García Martínez – 02 enero 2003

viene criticando mucho al Gobierno por su actuación, no demasiado airosa, en el asunto del Prestige. Sobre todo Llamazares es que no para, el jodío de él. Y eso que es bajito. Aunque hay quien opina que los bajitos suelen ser quienes más protestan.

Llamazares debería hacer examen  de conciencia (o autocrítica, como se dice en la jerga). Y además de ver la hoz en ojo ajeno, advertir que tiene un martillo en el propio. Según todos los síntomas, Llamazares es un político monocasco. Y, desde hoy, todo lo que sea monocasco está llamado a desaparecer. El ministro Cascos, en cambio, es doble casco. O más cascos aún. Porque su plural no es sólo indicativo de dos, sino de un puñado de cascos.

Ahora mismo, con tantos cascos como lo protegen, Cascos podría navegar por los mares del mundo presumiendo de estar más al día que nadie en lo que a los cascos se refiere.

De Cascos podrá decirse todo lo que se quiera, menos que pierde aceite. ¿Cómo va a perder ni un gramo siquiera, si lo protegen más cascos que a una cebolla? Mendiluce, en cambio –con todo y ser verde y ecologista–, sí que lo pierde, como él mismo se ha encargado de anunciarnos. Mendiluce es monocasco. Lo cual no significa que todos los monocasco pierdan combustible. Zapatero, por no ir más lejos, tiene muchos menos cascos que Cascos, pero nadie le ha visto perder fuel.

Quiero decir que las cosas no son tan sencillas. Hay que verlas con detenimiento, haciendo reflexión con ellas, de modo que nos equivoquemos lo menos posible. Es verdad que, según los indicios, la actuación del ministro Cascos no ha sido precisamente indescriptible en lo del Prestige. Ahora bien, ¿quién podrá negar que es él quien está más en la línea de lo que han de ser los petroleros del futuro?

Si el lector saca la conclusión de que estoy defendiendo a Cascos porque espero algo de él, se equivoca. Lo diré alto y claro: no espero nada de Cascos. Más aún: no creo en Cascos. Y menos todavía en relación con los intereses de Murcia. Pero si, al contrario que Mendiluce, Llamazares y Zapatero –que son monocascos–, resulta que el ministro es aún más que doblecasco, o sea policasco, hay que reconocérselo.

—Dende luego.