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Londres para curiosos y tacaños

¿Se animan a dar un paseo por el centro de Londres? Eso sí, hay una alta probabilidad de que llueva. Como buenos previsores, cogemos el paraguas por si las moscas pero…  ¡Vaya! Justo al salir del hotel nos hemos cuenta de que nos hemos dejado la cartera.

¡Tranquilidad en el frente! No tienen que regresar a por ella. Nuestro paseo será totalmente gratis. Los tacaños (¡perdón, los que buscamos siempre cómo ahorrar un poquito) estamos de suerte. Pasaremos una mañana completa por el centro para prestar atención a ciertos detalles curiosos, de esos que aportan mucho significado y…. ¡sin gastar ni un euro!

Primero nos acercamos a ver el cambio de guardia. Encontrar un buen sitio, en ocasiones, resulta complicado. Es que la curiosidad tiene algo que contagia y… de ahí la gran multitud que se concentra sobre las 11.00. Esta ceremonia, como les digo es de las atrae a muchos turistas. La coordinación de los guardias que entran y los que salen, llama siempre la atención. El dato curioso lo encontramos en los alrededores del Palacio de Buckingham. El asfalto en todas las calles adyacentes cambia su tonalidad y pasa a ser rojo, por aquello de simular una larga alfombra real. Detalles de la realeza. Nosotros podremos decir con orgullo y satisfacción que también pisamos “la alfombra roja”.

Los parques de Londres son de esos lugares donde uno quiere estar sin mirad el reloj y sin prisas (y, a ser posible, sin que llueva). Los domingos en una esquina de Hyde Park (“speaker corner”) se da la oportunidad a quien lo desee de poder comentar –y criticar- los temas políticos en voz alta. Eso sí, hay un requisito legal que todos deben cumplir. Para poder criticar con legitimidad, no se puede hacer pisando directamente el suelo británico. Por esta razón, veremos a todos subidos a un taburete, una caja o cualquier otro utensilio que rompa la secuencia directa con la tierra. Cosa que por otro lado se agradece, pues con este requisito legal, los que estamos más lejos o somos más bajitos, lo tenemos más fácil para poder ver al orador.

Este parque es de esos que será muy difícil que nos quedemos en esta esquina, pues invita a entrar y perderse por él. Sí, lo de perderse lo digo en sentido literal, pues de tan grande, es fácil que no sepamos cómo regresar. Este recorrido sin rumbo a buen seguro nos llevará a la otra esquina del parque donde, justo al salir encontramos el Museo de Historia Natural. Y si empezamos nuestro paseo sintiéndonos “como reyes” pisando la “alfombra real” y hemos rozado la tranquilidad por el parque, ahora toca pasar un poco al ajetreo; Sí, sí, en sentido literal, que de todo (menos gastar dinero) hay en esta mañana londinense. En este museo, podemos experimentar un terremoto. Una de sus salas se mueve… ¡Madre mía que sí se mueve!  Menos mal que tiene agarraderas (yo me sujeté a ellas con fuerza) donde poder superar el trance.

Y ya, a estas alturas nos toca regresar al hotel porque, entre la caminata (que se me olvidó decirles que la alfombra roja mide varios kilómetros) y el susto del movimiento terrestre bajo nuestros pies, es probable que nos haya entrado un poquito de hambre y ahora –mal que nos pese- para estos menesteres, sí que vamos a necesitar el monedero.

¡Ah! un último dato más, también apto para curiosos. Si van con pequeños, no olviden buscar los “animales” que “viven” en el metro de Londres. No son peligrosos. Les dejo el elefante a modo de muestra. En este “hábitat subterráneo” conviven gatos, caracoles, tortugas… Peculiar, cuanto menos esta fauna del “tube” que sigue el ritmo de la manada al grito de: “Mind the gap”

Tuvimos suerte… ¡no llovió en nuestro paseo! Si lo llegamos a saber, nos hubiéramos dejado también el paraguas en el hotel junto con la cartera.

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