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Zona de embarque

Otoño es tiempo de setas

 

Pero las nuestras no son comestibles. Y no es que sean venenosas. ¡No se asusten por favor!

Hoy viajamos con estos “hongos”,  no a un bosque que sería lo suyo, sino… ¡al centro de Sevilla!

¿Una “seta” en la ciudad?

Sí, es el apodo que le han puesto los sevillanos al espacio “Metropol Parasol” en la plaza de la Encarnación, ubicada en pleno centro sevillano. El sobrenombre lo es por la forma del edificio.

Sé que a los sevillanos no les gusta este sitio. Y he preguntado a muchísimos. Incluso un taxista una vez me preguntó sorprendido si de verdad quería ir a verla. ¡No se lo creía! En otra ocasión conocí un chico joven que trabajaba en esta “seta” y me confesó que a sus amigos aún no les había dicho dónde trabajaba, no quería que se rieran de él.

Hace años, cuando estaba en la fase de excavación, conocí todos los detalles del proyecto. Y hace poco, por fin, el resultado final. Y me ha encantado. Mis amigos sevillanos no me lo perdonan. A este paso, me quedo sin amigos, lo sé.

Un proyecto con mucha enjundia

La construcción, desde el principio hasta el final, es digna de una asignatura entera cuatrimestral del grado de arquitectura. Sufrió demoras, sobrecostes, dudas sobre su viabilidad, modificaciones en la estructura, candidatura a premios, etc.

Esta “seta” está anclada al suelo, como las comestibles. Pero para verla de verdad, hay que subir a la altura de los tejados de las casas sevillanas.  Realmente  la altura supera la de los edificios de la zona (con una media de seis plantas), pues el proyecto quería evitar la sensación de “efecto agobiante” y lograr, a la vez, que traspasara la luz. En las del bosque, hay que mirar al suelo para encontrarlas. Pero estas setas hay que mirar hacia arriba para verlas bien.

El caso es que a mí estos “patitos feos arquitectónicos” que no son queridos por resultar rompedores; que no se entiende que encajen en un lugar de otra época (y pasa mucho), me da por cogerles cierto cariño. Y, es tanto el aprecio, que los visito muchas veces. Vaya, que hago estas visitas sin prisa, con su pausa para el café y su recorrido de arriba abajo y, en estas,  el cariño va in crescendo.

Un puzle gigante

Si a Vd. le gustan los puzles, y si alguna vez se ha atrevido con alguno tridimensional, disfrutará de lo lindo en este lugar:  ¡El Parasol tiene más de 3.000 piezas! Pero, si los rompecabezas no son lo suyo, pero sí le gusta ver la ciudad desde algún punto elevado, de esos en los que se tiene una visión de 360 grados; se puede sentir la brisa del aire y cotillear un poco la vida de las azoteas, también este sitio –mientras se gira- le va a sorprender: Imagínese… ¡Toda Sevilla a su alrededor!

Pero si Vd. es de los que tiene vértigo y no disfruta en las alturas y lo suyo son las civilizaciones antiguas, también está de suerte:  en la planta baja podrá ver restos arqueológicos (Museo Antiquarium: una ciudad romana “transparente total”). Vaya que, salvo los sevillanos que no terminan de abrir un cachito de su corazón a esta “plantita otoñal”, el resto de los visitantes lo tenemos fácil para admirar este lugar.

Sensación de caminar sobre una ola

Uno de los puntos más originales es la posibilidad de dar un paseo ondulado. Sí, sí, el recurrido no es plano. Tampoco es ascendente. El otro, es comprobar lo bien escondido que ha quedado el hormigón, pues sólo se ve la estructura formada por trozos de madera laminada, unidos entre sí.

La próxima vez iré a verlo de noche que dicen que, iluminada Sevilla, digo, “la seta, tiene un color especial”.

El caso es que a mí que me gustan las alturas, los puzles y los “patitos feos arquitectónicos”, pues eso que… ¡esta “plantita” me tiene alucinada!

 

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