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Zona de embarque

¡A la mesa Puerto Rico!

 

Bandeja y mantel, así será este recorrido. ¿Toman asiento? Qué equivocada estaba yo. Les cuento. Pensaba que, siendo una isla, el pescado sería el dueño y señor, pero quien “parte el bacalao” es la carne, sobre todo el lechón.

Plátanos de dos colores, con cebolla

Como viajaba siguiendo los trabajos de la RAE, hete aquí que me propuse en este recorrido cultural enriquecer mi vocabulario, yendo como iba con tan honorable compañía. Así, si al llegar al bar me preguntaban si quería el arroz con gandules, yo sin saber de qué manjar se trataba o si algún comensal perezoso iba a compartir la mesa conmigo respondía –en mi afán de adquirir conocimiento- confiadamente que sí.

Después vi un cartel anunciando “La Fiesta del Gandul” y, ya empecé a inquietarme un poco, a ver qué era lo que yo iba a comer. Y es que nuestros ricos guisantes, allí son gandules y… ¡nada que ver con la pereza! Otro descubrimiento a la “ñapa”. “Además”, cuando hablaba con la cocinera sobre esta variante del arroz, ella al saber que era española me decía que “la paella es una sonrisa”. Menuda poeta la cocinera. Claro que estando en un congreso sobre lengua, no me esperaba yo menos.

El plato más típico es el mofongo. Otra palabra nueva en mi haber lingüístico. Se cocina a base de “plátanos verdes fritos”, un plato (casi) “de cine”. Y se combina con ajo, carne, hasta con marisco. Las variedades, hablando de gastronomía: para todos los paladares.

Mofongo, masa frita de plátanos y mucho más

Feliz comenzaba mis jornadas puertorriqueñas. A la hora del desayuno descubrí las tostadas con mantequilla de guayaba. Tan deliciosas que se convirtieron en un presente continuo día sí y día siguiente también.

Gratificantes resultaban las mezclas: el plátano con cebolla, batido de chocolate con coco escondido, yuca con jamón, etc. Ir al supermercado era sentir un golpe de esos de parada en seco nada más entrar. Me sucedió más de una vez, ya les digo: era impactante ver la fruta tamaño XXL: plátanos, mangos, papayas, etc. En ocasiones se me quedaba cara de tonta. Así ocurrió en una terraza junto al mar, bien bravo ese día. Un amigo me dijo si me apetecía una piragua. Y yo viendo las olas gigantes… Pero por aquello de no desairarlo le dije que “bueno” (que podía ser un sí pero también un no). Y al ratico aparece con dos vasos con raspaduras de hielo con sirope. Y es que allí la “piragua” se bebe. ¡Y qué rica!

Hasta incluso ese ratico del café después de comer lo descubrí también en este afán de aprender palabras nuevas y es que esto de viajar con la RAE aporta mucho “peso” lingüístico. Así que, cuando leí en la fachada del establecimiento “torrefacción”, mis pies entraron solos y… ¡qué ricura de café! El dueño me contó que era tostado en su propia hacienda. Me invitó a visitarla. Y esta vez mis pies no se fueron porque mandaba el reloj de la muñeca y tocaba regresar al “conversatorio” sobre lenguaje escénico que si no…

Los amantes del café entrarán seguro

Inmensa fue la alegría cuando probé otro postre delicioso. El hallazgo lo fue al preguntar su nombre: “Tembleque” me dijo el cocinero. Es como nuestro tocino de cielo pero de coco y sí, es meter la cuchara y esta delicia sufre un viavén, casi el mismo que cuando nos la llevamos a la boca. Me gustó tanto el nombre, que repetí más que nada para afianzar mis nuevos conocimientos. El caso es que, pasados unos días me di cuenta que el leitmovit de mi viaje: “palabra nueva que descubra, palabra que me como”, me estaba dejando huella visible en el peso, y no me refiero al de la maleta.

Jíbara ya me sentía yo –exagerando un poco sí- en Puerto Rico, donde regresaré. A mí ese cartel anunciando la “Fiesta del Gandul” me ha dejado con unas ganas de guisantes… No de hacer el gandul en el Caribe. ¡No vayan a pensar mal!

Kilos de saber me ha aportado este viaje. Qué bien añadida está la nueva palabra: “puertorriqueñidad”. ¡Bienvenida al español! Y es que a mí nadie me había advertido antes, pero esta isla es de las que atrapa y… ¡de qué manera!

 

 

 

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