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Zona de embarque

¡Menudo morro!

 

No se alarmen por favor. Esta expresión no tiene que ver con la faz de la cara. Nada tampoco con ser un caradura.

Haré las presentaciones oficiales para evitar malentendidos. Su nombre y apellidos completos son: “Castillo de San Felipe del Morro” en Puerto Rico. Pero para los amigos y, para todos los boricuas, se queda en el apelativo cariñoso de “El Morro”. Allá que nos vamos.

¡Cuánta sabiduría!

Se trata de una construcción defensiva de esas en la que todo elemento tiene una inteligencia práctica detrás. Es de esos lugares que uno visita y sale con la sensación de haber asistido a una clase magistral de arquitectura e ingenieras juntas. Bueno, y ya puestos, de historia también: un vídeo explica los avatares de la navegación de entonces. Ya les digo este lugar es casi como una miniuniversidad al aire libre. 

Pura estrategia por todos lados

Su emplazamiento es llamativo. Está justo a la entrada al mar del Caribe. Este enclave asombró incluso al rey Carlos III, tanto que dictó un decreto por el que lo alzó a la categoría de lugar defensivo de primer orden. Ello suponía abrir el comercio legal con España. Pero no logró acabar con los contrabandistas que era otro de los objetivos de esta disposición legal. “Ahorita” la UNESCO lo catalogó como Patrimonio de la Humanidad.

A punta de cañón

Les cuento un poquito algunos trucos. Para acceder por tierra hay que recorrer antes una explanada sin ningún obstáculo visual. Una pancarta invita a reflexionar a ver qué soldado se atrevería a atacar el fuerte cuando ha de atravesar este terreno y a buen seguro le están encañonando desde detrás de los muros. Muros que, ¡menudo grosor! desde el mar también protegían “El Morro” del oleaje y de los piratas.

Si algún atacante por su agilidad y rapidez era capaz de esquivar los cañones luego, para poder llegar al “Morro”, aún tenía un obstáculo nuevo: el foso.

Hoy en día esta explanada sirve como lugar de descanso. Las vistas desde ella son fantásticas. Hasta se divisa la fábrica del famoso Ron Bacardi. Y la sensación de la brisa doble -caribeña y atlántica- “ataca” por todos lados. Vaya que es de esos sitios en los que uno dice: “Yo aquí me quedo un buen rato a disfrutar de la vida y de las vistas”. Esta zona de hierba es también uno de los lugares previstos por la Ley para escapar ante un posible tsunami.  Ya les decía, mucha inteligencia práctica tiene el sitio.

La entrada al paraíso

El fuerte, de ahí su construcción, está situado en uno de los puntos más salientes de la isla, jugando con la trayectoria de los vientos alisios que empujaban –casi sin querer- todos los barcos hacia este lugar.

Los grandes cruceros pasan muy cerquita en su travesía al mar del Caribe. El edificio “esconde” un faro por aquello de “aviso a navegantes”. Los cruceros se ven pasar tan cerca que… ¡casi se saludan los turistas entre sí desde tierra unos, desde el barco otros! Yo fui de las que saludó desde tierra firme.

Pero me cuentan amigos que han hecho el crucero por el Caribe que la primera parada es en Puerto Rico y ya en el viejo San Juan toman la primera bocanada caribeña de lo que después saborearán a lo largo de los siete, diez o hasta quince días de travesía.

Si se les ha despertado su ánimo belicoso, a tiro de piedra, perdón debí decir “de cañón”, se encuentra otro fuerte. Es su hermano pequeño: El Castillo de San Cristóbal.

Así las cosas, sólo quedar añadir en este viaje, aquel grito de los piratas de: “¡Al ataque!” 

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