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Playas verticales versus Costa Rica

 

Hace poco tuve la oportunidad de conocer a dos chicos costarricenses que durante los fines de semana de todo un año, aprovechando que no tenían que trabajar, han realizado un inventario de las playas de su país. Compartíamos nominación, junto con Chile, a un premio turístico en la categoría <<originalidad>>. Al final, este curioso catastro de las playas de Costa Rica triunfó.

El día que la economía se coló en una charla

playavertical2redAl terminar la ceremonia de entrega de premios y, una vez superados los nervios que aprisionan el estómago cuando se oye aquello de: “Y el ganador es…”, me acerqué a felicitar a los dos autores de este bonito proyecto. Nada más conocernos, todos confesamos muy sinceros que habíamos seguido –casi de forma intuitiva- muchas de las reglas de economía. La más popular: “vigila y analiza a tu competencia”. Vaya que sí, que sin tapujos reconocimos que habíamos estado inspeccionándonos en secreto.

Hay otra máxima también de economía, quizás más difícil de poner en práctica, según la cual “comparte y acrecienta el saber con los que están en tu mismo sector”, que también de forma espontánea, la seguimos en nuestro duelo turístico Costa Rica versus España. Les cuento cómo la economía se coló en nuestra conversación inicial.

Comenzamos platicando, como no, sobre playas. Su inventario es de esos que te deja con ganas de visitar de inmediato el país (premio merecido por este “factor llamada”, ya lo creo). Pero en este debate amistoso a uno le sale -también de manera inesperada- la vena patriótica y, si se deja llevar, se suma la vecindad civil; Vaya que me subí a lo más alto, porque les hablaba de algunas de nuestras “playas verticales” del Mediterráneo formadas en unos casos por la recopilación de la sal que generosamente nos regala el mar y que hace las veces de montañas y espejismos. Y otras, formadas por arena, que atestiguan el paso del tiempo en sitios donde muchos años antes era fondo marino.

playavertical1redEllos quedaron asombrados porque no conocían por su tierra estas formaciones en altura. No sé si me pasé a la hora de presumir de “mis playas”, pero coincidencias o no, el caso es que uno de ellos vendrá pronto a España y tomó buena nota para visitarlas. ¿Será también el “efecto llamada” desde este otro lado del océano?

También les hablé de las de “arena negra” que tenemos en algunas de las Islas Canarias, donde la lava llega hasta el mismo mar. Y como no, de algunas de la costa levantina -como las de Altea- en las que los de fuera nos quejamos de “las piedras” y, los residentes insisten en tono de humor en que son de arena, pero “gorda”.

Y, después de la economía, se coló también la amistad

Ellos me contaban que en su país, la seña de identidad es que la vegetación llega rozando casi el mar: del verde se salta al agua. A muchas de aquellas playas sólo se puede acceder con un 4×4 (“no hay peligro de masificación”, me tranquilizaban). Y les contaré que en la inspección secreta que yo llevé a cabo antes de conocerles, hay unas de agua transparente donde las tortugas se pasean tranquilamente que… Vaya que yo también he tomado nota de las suyas. Viva la sana competencia que nos enriquece allende y aquende la mar.

Porque una de las cosas bonitas de esta contienda dialéctica playera que les cuento es que terminó transformada en una charla de amigos porque nos dimos cuenta que teníamos algo que nos unía: la grandeza del mar.

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