Tú caminas por Lorca y observas que los pájaros han vuelto a anidar y las campanas de San Francisco y San Mateo repican de nuevo, que los niños disfrutan de su infancia en los jardines, y que la Corredera mantiene su bulla. De no ser por el enjambre de grúas, los edificios apuntalados en el casco histórico y los manchurrones de espray que aún recuerdan sobre algunas fachadas qué suerte corrió cada casa (negro, demolición; rojo, desalojo), de no ser por estas huellas -más arquitectónicas que vitales-, se diría que Lorca se ha restablecido ya de sus dos tragedias consecutivas, los terremotos de mayo de 2011 y la riada de septiembre de 2012. Las parroquias acogen otra vez multitudinarias bodas y comuniones, el comercio recobra el aliento, y en Semana Santa se vio a los lorquinos jalear apasionadamente a sus vírgenes con la devoción de siempre.
La recuperación asombrosa del patrimonio histórico, con el palacio de Guevara visitable otra vez, las butacas renovadas del Teatro Guerra esperando su reestreno por fin cercano, y un magnífico parador de turismo en lo alto del castillo, ayudan a completar este vistazo bucólico a la vida cotidiana de Lorca, que sin embargo resulta ser un espejismo cuando, además de caminar por sus callejuelas y ver pájaros, niños y tiendas abiertas, se adentra uno en la conversación y en el alma de su gente. Lorca está rasgada todavía por el dolor, y no solo por el dolor indeleble de quienes perdieron a sus padres y a sus hijos. También sigue en ruinas el ánimo de otros muchos damnificados que se quedaron sin casa y aún hoy (¡dos años después!) viven de prestado. Las heridas que causaron los sismos de aquel 11 de mayo supuran todavía, y corren el riesgo de infectarse, en gran parte debido a la lentitud de una administración elefantina que en todo este tiempo se ha revelado incapaz de taponar las hemorragias. ¿Dónde está el Plan Lorca, con su generosa consignación presupuestaria, que Rajoy anunció y que en su momento sí aprobó el Gobierno de España para Galicia tras la catástrofe del Prestige? ¿En qué lugar del camino se quedaron las ayudas comprometidas por un real decreto para pagar dos años de alquiler y de las que solo ha llegado el dinero de cuatro meses? ¿Cómo se explica que ayer mismo se pusiera nuevamente en cola a los vecinos para exigirles la documentación de siempre? ¿Quién sufragará la demolición del centenar largo de edificios declarados en ruina económica y que siguen en pie?
¿Por qué tantas preguntas flotan aún sobre los escombros? ¿Por qué nos hemos olvidado tan pronto de Lorca?