Foto: Min An
Cuando un colectivo minoritario trata de hacer prevalecer sus derechos o señala un trato discriminatorio, el grupo que ostenta el poder intenta negar la importancia del asunto. En el caso de la literatura, las escritoras siempre han jugado en una liga menor. Veamos cuál es la situación en cuanto a machismo y literatura.
Entre los argumentos que los contrarios a la idea del machismo literario se apunta que hay grandes escritoras respetadas por la comunidad como Carmen Laforet, Ana María Matute o Almudena Grandes, así que, las que no alcanzan reconocimiento es porque no tienen el talento necesario. Siguiente argumento: las escritoras venden más que los escritores. Este argumento tiene trampa porque se establece la dicotomía entre escritores literarios y escritoras de pseudoliteratura. Los hombres son los que escriben literatura de verdad y las escritoras, bestsellers. Aunque yo me pregunto: ¿quién decide y bajo qué criterio qué es literatura de verdad?
Siri Hustvedt dice que el 80% de lo escrito por mujeres es leído por mujeres, mientras que la cifra de lectores de libros escritos por hombres es del 50%-50%
Ahora os presento algunos datos que indican que quizás sí que haya algo de machismo en el panorama actual. En el libro «La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres» (Booket, 2017), Siri Hustvedt dice que el 80% de lo escrito por mujeres es leído por mujeres, mientras que la cifra de lectores de libros escritos por hombres es del 50%-50%. Así que podemos afirmar que faltan hombres que lean a mujeres. Las mujeres no tenemos problemas en leer a escritores.
Por otra parte, según un estudio de Laura Freixas, en las críticas literarias también permea el machismo, ya que los críticos a la hora de valorar la obra de una escritora le adjudican epítetos tales como femenina (en sentido de intimista o cursi) o feminista (en sentido peyorativo); comercial (frente a la alta literatura escrita por varones); y literatura particular que solo interesa a las propias mujeres.
Respecto a que las escritoras son las que más venden, es cierto que hay varias autoras españolas que colocan sus obras en cuanto se publican entre los títulos más comprados (como Dolores Redondo, María Dueñas o Julia Navarro) pero son un puñado. Y no nos podemos olvidar de los hombres que consiguen lo mismo, como Arturo Pérez Reverte, Ildefonso Falcones o Santiago Posteguillo.
Además está el hecho más que contrastado de que las escritoras ganan pocos premios prestigiosos (ah, es verdad, que las escritoras solo escriben literatura comercial sin interés artístico).
Hace siglos, el principal problema de las escritoras era encontrar tiempo y espacio para poder escribir, además de conseguir algún editor que permitiera publicarlas con su verdadero nombre (sin siglas esquivas, pseudónimos masculinos, o ninguneadas bajo el nombre de sus maridos). Hoy las necesidades primordiales de las escritoras pasan por prestigiar y respetar su trabajo, y porque se entienda que lo femenino también es universal.