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Ana María Tomás

Escribir es vivir

TOMA HIGOS PEPA

Soy consciente de que dedicar un artículo al personaje al que se lo voy a dedicar ya merecería algún exabrupto por parte de mis lectores, pero creo, sinceramente, que la desgracia que tenemos encima es que no se trata de un caso aislado sino de un patrón que es seguido y casi venerado por un buen número de personas tan erradas (o mejor dicho herradas) como la cabecilla. Por si no lo han deducido ya o dudan entre el numeroso elenco de desatinadas, les diré que les hablo de la inconmensurablemente mentecata Belén Esteban.

Sí, ya sé que muchos de ustedes se preguntarán por mis aficiones televisivas, pero recuerdo a un profesor que nos recomendaba que teníamos que ver todo lo que ponían en televisión, sobre todo aquello que, aunque nos repugnara, tuviese un buen nivel de audiencia porque eso nos permitía saber qué veía la gente, qué gustaban preferentemente en un determinado momento y preguntarnos la causa de ello. Yo confieso que, cuando estoy falta de inspiración, me basta ver un programa en donde las personas van a mostrar sus más sucios trapos íntimos para tener el mayor revulsivo inimaginable. No ha sido así en este caso. Casi por casualidad me tropecé con ese pobre esperpento llamado Belén Esteban, al que la popularidad he hecho endiosarse hasta extremos apabullantes, soltando, con una seguridad absolutamente desafiante, que la Edad Media se clasificaba en Neolítico, Paleolítico y Neandertal. ¡Toma higos, Pepa…! Jorge Javier, el conductor del programa, se limitó a reír, sin decir una sola palabra que pudiera hacer que esta mujer se muriera de vergüenza. Sobra decir que el resto de acólitos del programa, léase un tal Kiko, concursante de Gran Hermano y la cuñadísima de Rocío Jurado, la ínclita Rosa de Mohedano, sonreían complacidos y sinceros ante la “sabiduría” de Belenita. Que les digan a ellos… cuando tuvieron la… ¿sinceridad? de confesar públicamente que no habían escrito en vacaciones de Semana Santa un mensaje que dijera: “Te echo de menos” porque no sabían si echo era con hache o sin ella. Seguía feliz la Esteban disertando sobre uno de los monumentos claves de la Edad Media: “la alahambra” ¡Hala…! Evidentemente, puestos a disparatar, había que explicar el nombrecito: “ala- hambra” (lo escribió tal cual en una pizarra), con hache para separarla de ala, nombre con el que se llamaba a su dios”. Y, entonces, para colmo de ese prodigio de estupefacción que yo andaba experimentando, la cuñadísima apostilló: “Claro, que los moros les ponen a sus hijos Alá en recuerdo de su Dios, como nosotros les ponemos a los nuestros Jesús”. ¡Virgen del verbo disparatado! De un plumazo convirtió la Edad Media en la “edad bestia”.

Evidentemente, y por desgracia, no todas las personas han tenido la posibilidad de tener una preparación académica, cosa que no las hace menos sabias por carecer de estudios, sobre todo, porque suelen ser personas que han tenido que aprender otros conocimientos más elementales y útiles para sobrevivir, y jamás se me ocurriría hacer el mínimo comentario al respecto. Saramago dice que el hombre más sabio que ha conocido fue su abuelo y que no sabía leer ni escribir. Lo que me sobrepasa es que la incultura, la barbarie, la ignorancia más brutal, el nepotismo de la estupidez se haya instalado, casi sin darnos cuenta, en las pantallas de las televisiones a cuyo alrededor giran las vidas de la mayoría de los hogares.

Me pregunto, puesto que semejante afirmación se hizo en horario infantil, si muchos de los niños que tenían que estudiar en ese momento la Edad Media, considerarían que ya no era necesario abrir el libro puesto que habían recibido ya su lección magistral sobre el tema. Me pregunto qué puñetas está pasando en este país en donde la audiencia es directamente proporcional a la ignorancia, el analfabetismo, el barriobajerismo, la arrogancia, la estupidez, la imbecilidad… Me pregunto qué es necesario para sacudir las conciencias cada vez más dormidas, más embrutecidas, más conformistas. Me pregunto, si ante tal despliegue de brutalidad envarada, Sócrates seguiría afirmando el “Sólo sé que no sé nada”.

Puede hacernos gracia que un niño responda en un examen que “el Barroco es un estilo de casas hechas de barro” o que un “polígono es un hombre con muchas mujeres” o que el sexto mandamiento es “no fornicarás a tu padre y a tu madre” pero de ahí a que cadenas televisivas nos vengan fornicando la cultura en horario de máxima audiencia… pues eso, que va un buen tramo.

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