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Ana María Tomás

Escribir es vivir

MUJERES

Hace unos días, dentro de los encuentros literarios que propicia el Excmo. Ayuntamiento de Molina y la estupendísima y bella periodista Lola Gracia, ésta le planteaba a la escritora Ángeles Caso que las mujeres de su última novela “Contra el viento” eran todas estupendas y que se ayudaban unas a otras, cosa bastante alejada de la realidad, según Lola, puesto que, salvo algunas pocas mujeres que ella conocía, el resto se debatía en una competitividad y una agresividad demasiado frecuente. Ángeles Caso, rebatía, con absoluta seguridad, esas palabras argumentando que las mujeres inmigrantes cuando llegan a nuestro país son recibidas, acogidas, enseñadas y acompañadas por otras compatriotas. “Las inmigrantes”, terminaba por aceptar Lola.

Yo las escuchaba pensando que ambas tenían razón y que no se puede generalizar en nada y mucho menos en “mujeres” por mucho que ese sea el apelativo que los “hombres” nos dan para hablar sobre nosotras.

Muchos de mis lectores me “acusan” de que la “Mujer” tiene en mí la más recalcitrante de las defensoras porque, tanto si he de defenderlas como si he de culparlas por algún tema concreto, lo hago de tal modo que siempre parece que sean los hombres quienes tengan la culpa de todo.

Hace también unos días, el amigo Farmacéutico me pedía que defendiera a Bibiana Aído y a otra ministra (no recuerdo el nombre) a las que Rosa Belmonte les dedicaba unas palabras bajo el título de “Tía asquerosa”, al parecer un insulto que, según ella, les brindaba el público y que, según nuestro bloguero, fue imposible que eso ocurriera puesto que las ministras nunca estuvieron en el lugar en donde se suponen que ocurrieron los hechos.

A ver, el ser humano, tanto el hombre como la mujer sienten, y están en su derecho, filias y fobias por determinadas “actitudes” de diferentes personas independientemente de su género.

Se dice que, cuando la mujer establece lazos de amistad con otra, estos son mucho más profundos y auténticos que los que se pueden establecer entre dos hombres. Puede que sí. Tal vez, porque las mujeres entramos mucho más en sentimientos, en las recónditas e insondables zonas del alma, en la empatía con la otra. O puede que no, y andemos dándonos más puñaladas que en la película Psicosis.

Se dice que la amistad entre hombres es mucho más fuerte. Puede que sí. Vemos cómo se cubren el culo unos a otros a la hora de buscar pretextos con sus mujeres, o cómo arriesgan su vida (en las películas) para salvar a un compañero. O puede que no, y sus relaciones sean superficiales basadas en la conversación pachanguera de “mujeres”, fútbol, problemas de trabajo y conversaciones de barra. Y no es que esto sea malo, es, simplemente, distinto, diferente. No nos daría aquí espacio para plantear las causas. Digamos, simplemente, que sucede así.

Personalmente me mueve mucho más, a priori, defender a la Mujer y sus causas que machacarla (habría que ser tonta para tirar piedras sobre el tejado propio) sin embargo, eso no me invalida para poder ver que hay mujeres que no tienen conciencia de cuáles son sus limitaciones y además carecen de la honradez necesaria para declinar puestos que no son capaces de defender con un mínimo de dignidad. Oigan, como muchos hombres, quede claro. Pero empeñarme en defender a la mujer no me ciega para ver que las hay que se aprovechan de su situación o de las leyes actuales para triturar o vengarse de hombres buenos e inocentes; o para comprobar cómo otras se valen de sus armas de mujer y de mil y una argucias para quitarle a otra su hombre; tampoco me impide comprobar cómo mujeres incultas, brutas hasta la extenuación, más por pura gandulería, dejadez, o irresponsabilidad, que por no tener las oportunidades necesarias, pueblan nuestras pantallas televisivas largando barbaridades del tamaño de la península y sus alrededores; o asumir, con infinito dolor, cómo hay niñas capaces de ayudar a niños a matar a sus propias amigas (bueno, esto de amigas…)

Es decir, ¿defender, ayudar, apoyar a la Mujer? Por supuesto, a muerte. Pero que eso no nos impida ser objetivas y justas. ¿Tendríamos que dejar de serlo sólo por ser mujeres? ¿Acaso los hombres por puro corporativismo defienden todo lo que hagan otros hombres, esté bien o mal? Según se dice, ese tipo de corporativismo sólo se da entre médicos, quizá por aquello de nuestro refranero de “lo que el médico yerra lo tapa la tierra” y mejor no pisarse el fonendoscopio, como los bomberos y su manguera. Pero fuera de ahí, en la vida real, creo y estoy segura de que nuestro Farmacéutico lo entenderá, las Mujeres tenemos muy claro qué personas, actitudes o hechos podemos y debemos defender con el corazón y con la mente por encima de lo que se tenga entre las piernas ¿o no?

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