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Ana María Tomás

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TUERTO CON LOS OJOS MALOS

Nuestro ¿sabio? Refranero, que tiene solución lo mismo para un roto que para un descosido, recoge varias muestras de lo que viene a ser “llover sobre mojado”, ser “cornudo y apaleado” o “tuerto con los ojos malos”, es decir, añadir un mal a otro.

Siempre me he preguntado por qué, en ocasiones, los humanos podemos llegar a ser tan incomprensivos con otros, sobre todo cuando esos otros son inmerecedores de esa actitud.

Me cuesta digerir cómo se comporta, la gran mayoría de las veces, la sociedad con la familia de quienes se han pasado las normas más elementales por la entrepierna, por no hablar de la actitud de algunos jueces que, al suministrar leyes se abstienen de administrar justicia. Hace unos días este mismo periódico hablaba de que la Audiencia Provincial de Murcia impide que los padres de un hombre imputado por la muerte de su esposa vean a sus nietas. Con el agravante de que, al desestimar el recurso, tienen, encima, que cargar con el pago de las costas. Quiero añadir que esos abuelos que no pueden ver a sus nietas sí están obligados a pasarles una mínima pensión de 200 euros mensuales en concepto de alimentos que, aunque no sea una cantidad como para tirar cohetes, al menos indica que no se han desentendido de esas criaturas.

Lo que no decía el periódico es que el hombre que cometió el crimen contra su esposa se suicidó en la cárcel y, desde luego, lo que nadie dice por ninguna parte es qué culpa tienen esos padres de que, además de cargar con la doble pena de perder a la madre de sus nietas y de que haya sido su hijo el ejecutor, se vean obligados a alejarse de esas criaturas como si fuesen unos apestados.

Los jueces que consideran que no es bueno, psicológicamente para esas niñas, que vean a sus abuelos paternos, ¿se han preguntado qué culpa tendrían ellos si uno de sus hijos hubiese sido quien cometiera el asesinato? ¿Se debería castigar a los padres de los pirómanos, de los traficantes, de los ladrones, de los violadores o de cualesquiera que se salten normas o códigos? ¿Qué pueden hacer unos padres que comprueban impotentes cómo uno de sus hijos se ha convertido en asesino pese a la educación, los principios, o los valores que le han transmitido…?

Entiendo y me solidarizo profundamente con el dolor de las familias de las víctimas, con la rabia y la impotencia que esos padres tienen que sentir (yo no podría imaginar que algo así le ocurriera a una hija mía sin volverme loca de dolor) y quiero hacer un esfuerzo por comprender las razones que arguyen los psicólogos, pero creo que no hace falta ser un genio de la psicología para entender que mantener apartados a esos abuelos no sólo es castigarlos injustamente, sino convertirlos en culpables por extensión de algo que no sólo no han hecho, sino que tienen que soportar como el más vergonzoso de los estigmas. No haber normalizado, desde el principio, el acercamiento y el roce de nietas y abuelos paternos es lo que realmente puede dañar a las niñas que, cuando lo tengan que hacer, será como encontrarse con unos extraños por no hablar del resentimiento hacia su padre y todo lo que huela a él, con el que esas niñas crecerán.

Evidentemente hablo desde el sentimiento de amor que tengo a la novia de mi hijo, siempre digo que los hijos biológicos se gestan debajo del corazón y los que éstos nos traen a nuestra vida crecen dentro de él. Y, claro, al pensar así puedo perder de vista cierta objetividad cuando las relaciones entre suegros y nuera no sean como las imagino, por tanto, vaya por delante que no sé en qué punto de amor o desamor se encontraban, mi reflexión se ciñe, únicamente, a pensar, por un momento, en esos padres que tienen el dolor de haber perdido a su hijo (por asesino que sea no deja de ser su hijo) y a su nuera a manos de éste. Pero, además, pocos saben que esos abuelos que no pueden ver a sus nietas, cuando su hijo cometió el asesinato, tuvieron que dejarlo todo: casa, trabajo, negocio, raíces… y marcharse a otro lugar. Siempre hay algún exaltado dispuesto a hacer pagar a los padres las culpas de los hijos, pero un asesinato no es un cristal roto y tan injusto es pretender hacer culpables a los padres como a los hijos. ¿Verdad que nos parecería de locos pensar que esas niñas tienen la culpa de lo que ha hecho su padre? Pues exactamente igual es desplazar el crimen a los padres del autor.

Esto, por supuesto, es hablar por hablar, al final lo único que cuenta son las leyes, que no la justicia. Y en esas leyes todos seguiremos pagando esa irracionalidad de posicionarnos en uno u otro margen de los acontecimientos de la Vida

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