No sé si ustedes conocen el chiste de una pareja que está haciendo el amor en un coche cuando es descubierta por un policía y éste les amonesta argumentándoles que ya son grandecitos para dar ciertos espectáculos, a lo que el chico le contesta: “Oiga, oiga, que estamos casados”. “Razón de más -dice el guardia- ¿Y por qué no se van a su casa para hacer esto?”. “Pues -contesta la chica-, porque en mi casa está mi marido y en la suya está su mujer”. Esto que hasta ahora es un chiste, en Alfafar se puede convertir en un drama porque a las parejas que se les ocurra hacer el amor en un coche y las pille la poli pueden ser sancionadas hasta con mil euros de multa. ¡De locos! Con ese importe bien se pueden permitir largarse a un hotel de tres estrellas una buena temporada.
Pero, resulta, que quienes se ven obligados a convertir el coche en tálamo caliqueño suelen ser jóvenes con menos dinero que un bañista nudista. Bueno… casi todos, no hay que olvidar que más de un infiel también le da a la cosa bajo la chapa del vehículo con tal de no dejar el D.N.I. a la vista de ningún mostrador de hotel.
Mira que ya hace años que una canción nos avisaba de lo difícil que era hacer el amor en un coche, un Simca 1000 para más señas, pero esto de ahora es que ya es “demasiao”. Deberían haber prohibido que se haga la guerra, no que no se haga el amor. El lugar es lo de menos, dónde si no lo van a hacer la inmensa mayoría de jóvenes que no tienen otro sitio que el refugio que les brinda un coche (ya es demasiado incómodo para que encima se les fastidie más).
A nadie parece preocuparle el bombardeo de imágenes violentas que nos saturan por todas partes, pocos padres se preocupan de que sus hijos no vean dibujos animados chinos en donde la violencia ha llegado a provocar algún que otro paparajote infantil, pero son muchos los padres que mandan a la cama a sus hijos o les tapan los ojos cuando una tierna pareja se hace arrumacos o se come a besos.
Podría entender que quienes velan por la seguridad de los ciudadanos de Alfafar prohibieran que se hiciera el amor en un coche si se va conduciendo éste (sobre todo por aquello del empañamiento del cristal delantero, que no dejaría ver nada), y hasta podría entender que acusaran de escándalo si a las parejas en cuestión se les ocurriera situarse frente a una iglesia y, a son de claxon y jadeos, intentaran tocar el cielo sin pasar por las imágenes que coronaran el santuario, pero creo que cuando una pareja busca un momento de intimidad también busca un apartado lugar que se lo permita. Está claro que, si esto no es así, bien podrían invitarlos a buscar un lugar más… apropiado y oportuno, en lugar de clavarles la sanción económica.
Dicen que se dan consejos de sensatez cuando la edad no permite hacer insensateces, y para mí que quienes han ideado el “peaso” multa por hacer el amor en el coche son como el perro del hortelano: que ni come ni comer deja.
Imagino que ahora, los jóvenes de Alfafar se tendrán que largar a las afueras, a lugares más seguros para echar un kiki, pero, desde luego, muchísimos más inseguros para su propia integridad física. Está claro que ellos van a tener clarito, como la luz del día, aquella gran diferencia que argumentaba D. Camilo Cela, entre dormir y estar dormido, o, lo que es lo mismo, entre joder y estar jodido.