Queridos amigos, por san Juan suelo hacer alguna falla con poemas antiguos que voy encontrando perdidos por los cajones. Sin embargo, el azar ha hecho que me tropiece, en estos primeros de noviembre, con este poema que perpetré… allá por mi adolescencia. En la distancia me ha parecido enternecedor y he decidido compartirlo con vosotros.
¡Esta mañana la vi! ¡Sí, la vi!
y tan de cerca… que casi podía tocarla.
¡Qué poca justicia hacen con ella!
Es tan hermosa, tan sutil, tan etérea…
¿Por qué la pintarán siempre tan descarnada?
No es así, no. Es… como un bello ángel
en cuyas alas -que no son negras, sino muy blancas-
lleva un misterio, un dulce sueño,
que nos aleja de estas miserias
y a otras regiones el alma eleva.
Quise tocarla y retrocedía.
¡Dios, qué belleza!, ¡qué paz inmensa!
y ¡qué sonrisa!
Para nada se parece al esquelético espectro
cuyo sólo nombre espanta.
Es… como una puerta clara
como un camino brillante,
es una luz cegadora,
es un descanso innombrable.