He recibido esta semana, exactamente, diecisiete veces el mismo correo electrónico desde otras tantas direcciones distintas, lo cual, como comprenderán, es digno de tratar en este espacio por el que me cuelo, con su permiso, en sus ojos.
El susodicho correo titulado “Hace apenas 60 años” consta de un folleto gráfico dirigido a
“Primera: Planea con tiempo una deliciosa cena para su llegada. Cocínale su plato favorito, es la forma de demostrarle que has estado pensando en él”. Pues claro, si la mujer de hace cincuenta años no tenía en otra cosa que pensar… más que en los huevos fritos del marido.
“Segunda: Retoca tu maquillaje y luce hermosa para él. Recuerda que ha tenido un duro día de trabajo”. Por supuesto (por favor, léase con cierta ironía). No importa si has llevado un día de perros, si te ha venido la regla, si has tenido que quitarle al crío diecisiete mierdas (y sin pañales de usar y tirar, sino restregando la caca en la pila) porque el último biberón le sentó como un tiro o si has estado toda la noche sin pegar ojo porque la suegra, que también vive contigo, se ha pasado la noche vomitando. Hay que lucir bonísima de la muerrrte.
“Tercera: Sé dulce e interesante. Una de tus obligaciones es distraerlo”. Les juro por Snupi que es textual ¡Distraerlo! Señora mía, no se le olvide entrenar como mono de feria, le vendrá de cine para cuando su marido llegue a casa.
“Cuarta: Limpia tu casa. Debe lucir impecable”. Bueno, aquí he de confesar que todavía me queda el chute educativo en vena. Si la mujer está en casa es normal que se ocupe de ese trabajo.
“Quinta: Hazlo sentir en el paraíso. Cuidar de su comodidad te brindará una enorme satisfacción personal”. ”Pa” que lo van a dejar en simple satisfacción… no señor, “enorme” satisfacción. Y, otra cosa, lo mejor de todo son los dibujitos que acompañan a los consejitos. En éste, concretamente, vemos a la mucamita llevando al señor las zapatillas de andar por casa junto a una bandeja con una copa y una pipa.
“Sexta: Cambia la ropa a los niños para que estén relucientes”. ¡La madre que los parió!
“Séptima: A su llegada apaga lavadora, secadora, aspiradora y haz callar a los niños”. Por suerte no pone sugerencia de cómo hacer callar a los fieras de los niños.
“Octava: Regálale una sonrisa y muéstrate sincera en tu deseo de complacerlo”. Por supuesto… por favor… no hay posibilidad a deseo alguno, por parte de la mujer, que no sea complaceeeerrrlo
“Novena: Escúchalo. Sus temas son más importantes que los suyos”. Obvio decir cómo me gotea el colmillo.
“Décima: No te quejes si llega tarde, si va a divertirse sin ti o si no llega en toda la noche”. Pues claro, visto lo visto, como si se quiere ir por tabaco y no volver. “Undécima: No te quejes. Cualquier problema tuyo es un pequeño detalle con lo que él tuvo que pasar”. En ésta me permitirán que grite, ¿verdad?
Y, si piensan que ya es suficiente, están equivocados porque la cosa termina con otro de los dibujos de marras en donde se ve a una mujer con una aspiradora bajo el título: “Una buena esposa sabe cual es su lugar” ¡Toma ya!. Ah, y un “Extra: prepara una bebida caliente y quítale los zapatos”. Bien, señoras mías, les permito unos minutos de asueto para que vayan acordándose de todos los ancestros de quienes elaboraron semejante acopio de anulación de
A los señores… les daría mi más sincero pésame (cosa que no voy a hacer por razones obvias) porque eso ya no ocurre, evidentemente, y, aunque no lo reconozcan, es ese el tipo de mujeres que desearían encontrar al llegar a casa.
Y eso es lo peor de todo esto. La exégesis de lo enumerado anteriormente es que, en realidad, nada ha cambiado en los deseos de ellos. No nos engañemos. Somos nosotras las que hemos cambiado, las que, con mucho esfuerzo, hemos avanzado. Con el agravante de que todo lo que hemos adelantado en estos años, en numerosas ocasiones, vienen a desandarlo algunas mujeres latinas (que he dicho algunas… no se me “revolussionen”) que al ritmo de “papito mío, lo que tú quieras” están dispuestas a llevarles las zapatillas y quitarles el polvo sin aspirador alguno. Les aseguro que tengo más de un ejemplo cercano de amigas “trabajadoras y sobradamente preparadas” cuyos maridos las han abandonado por otras “preparadísimas” para que les hagan un griego tras otro sin relación sexual por medio.
¿Que hace sesenta años de eso? ¡Ja! Esto es rabiosa actualidad