Tontucia y tontasca son dos entrañables palabras de mi tierra jumillana. La primera se utiliza para designar a quien llevada por un arrebato de obtusa y lerda estupidez humana (aunque, como diría Jules Renard, sobra lo de humana, puesto que sólo los hombres son estúpidos) es capaz de hacer lo que designa la segunda, o sea, una sandez, una necedad, una majadería, vamos, una tontasca.

Y estas dos palabras designan a la perfección a la muchachita mejicana, de diecinueve años, que ha decidido ponerse en huelga de hambre frente a la embajada británica en Ciudad de Méjico con la intención de ser invitada a la próxima boda del príncipe Guillermo. A ver, si ya sabemos que soñar no cuesta nada, y, también, que es mucho mejor apuntar siempre bien alto porque, aunque no le demos a la luna, siempre daremos más alto que si apuntamos a un estercolero… si todo eso está bien, pero ¿es que no hay nadie sensato cerca de esa criatura que le haga ver la gilipollez que está cometiendo? Vamos, que aunque se muera de hambre, a lo más que va a llegar con la real familia británica va a ser a un mensaje de condolencia a sus familiares. Si la asistencia a determinados actos se lograra con huelgas de hambre, no habría gordos porque todos deseamos, en un momento determinado de nuestra vida, estar en algún sitio en el que no nos es posible estar por muchas razones.

“Pretendo luchar hasta las últimas consecuencias. No hay vuelta atrás.” -ha dicho la criatura. Alguien debería explicarle a esta pobre tontucia que por muy fans que fuera de Lady Di, desde que nació -que ya les vale a quienes se hayan encargado de su educación-, eso no es patente de corso para asistir a un acto social tan relevante como la boda del futuro rey inglés. “Después de ir a la boda del príncipe Guillermo, podré morirme en paz”, continuó con sus clarividentes declaraciones. Casi “na”. Anda que no hay que ser tontucia, pero de remate, para tener como meta en la vida asistir a un bodorrio que ni te va ni te viene, y encima, que es imposible del todo. Si cedieran al chantaje emocional de una majadera, lo llevaban claro. Con la cantidad de mentecatos que hay por el mundo.

Me llama la atención que se trate de una “estudiante”, según las noticias. Ignoro qué disciplinas estudiará, pero lamento profundamente que entre ellas no haya encontrado -a la vista está- un profesor de ética y de valores que le haya podido encender una pequeña luz en su oscuridad mental. En Ciudad de Méjico, donde la violencia campa a sus anchas, donde las vidas de las mujeres no valen absolutamente nada, donde hay cientos de razones, decididamente “razonables” para arriesgar la salud y la vida poniéndose en huelga de hambre, que una chica de diecinueve años lo haga por un tema tan banal… pues la verdad, si llega, como dice, a sus últimas consecuencias… habrá que reflexionar sobre la pérdida de cerebrón que sufrirá el mundo.

En el fondo, fondo, me gustaría que hubiese alguna posibilidad de que se cumpliera su insulso sueño. A fin de cuentas, ya decía Albert Eistein: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Por tanto, una vez aceptada “estúpida” como animal de compañía, es más fácil digerir ciertas declaraciones. El problema es que los tontucios nunca descansan y no tardan en encontrar otra “gran causa” para alardear de sus tontascas.