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Ana María Tomás

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EL JUEZ ZORRO

La Audiencia Provincial de Murcia, a través del señor juez Del Olmo, ha determinado que no es  insulto el que un hombre llame a su mujer “zorra”. Considera que podría referirse, más que a un agravio, a un halago, es decir, que quería catalogarla de “persona astuta”.   A otro zorro con esa gallina… Porque una cosa es la incultura y el desconocimiento de la economía del lenguaje a la hora de hablar redundando entre “compañeros y compañeras; vascos y vascas; niños y niñas…” y otra, bien distinta, no saber que, entre determinados masculinos y femeninos, el significado es absolutamente distinto. Véase, por ejemplo, la palabreja en cuestión, sin ir más lejos: Zorro: héroe justiciero; zorra: puta. Pero sigamos: Perro: mejor amigo del hombre; perra: puta. Cualquier: fulano, mengano, zutano; cualquiera: puta. Hombrezuelo: hombrecillo mínimo, pequeño; mujerzuela: puta. Hombre público: personaje prominente; mujer pública: puta. Podría seguir con una buena lista de palabrejas que nos llevan, siempre, al mismo significado o al mismo insulto. Evidentemente, llamarle zorro a este o a cualquier otro señor es un halago, puesto que no solamente se piensa en Antonio Banderas haciendo la zeta en la cara de los malos, sino en el tipo listo que se manduca a cuantas gallinas le salen al paso, pero, le puedo asegurar al señor juez, que el femenino de la palabra no es, ni por asomo, una palabra neutra y muchos menos un piropo, sino una puñalada al alma, incluso cuando lo que pretenda no sea un insulto por causa de cuernos.

Que sí, que ya sé que me van a decir que a muchas féminas no se les encoge la lengua a la hora de largar insultos a sus maromos y que, a lo peor, no se arma tanto revuelo como con este caso, pero es que, señores míos, el alboroto no ha sido por un “perrito piloto” como en las tómbolas de pueblo, ni tampoco por el insulto en cuestión, sino porque todo un señor magistrado ha considerado que decirle zorra a una mujer no es un insulto. Me pregunto si él se lo diría a la suya a modo de… reconocimiento por su inteligencia y astucia. Eso, por no decir que, al parecer, no ha tenido en cuenta que el tipo que pronunció el insulto ya tenía antecedentes  y que lo adornó con el deseo expreso de ver a su mujer en el cementerio en una caja de pino. Vamos, blanco y en botella…

Yo sé que a todos nosotros, todos, en un momento determinado se nos puede calentar la lengua y decir lo que sentimos y lo que sentiremos haber dicho, lo que pensamos y lo que decimos sin pensar,  y no es que eso tenga disculpa alguna, y que, incluso, después podemos venir poniendo paños calientes y diciendo digo donde dijimos diego. Y, hasta sé que, en un arrebato de generosidad, podemos perdonar o conseguir que nos perdonen, pero, señor mío, lo que resulta imperdonable es que quienes han de cogérsela con pinzas, con todo el problema y el mercadeo de la violencia masculina o femenina -que no de género, puesto que las personas tenemos sexo no género- vengan diciendo que “zorra” no es un insulto, puesto que no sólo ponen de manifiesto su falta de empatía, sino que demuestran que desconocen la verdadera violencia de género que es la que tienen las palabras.

 

 

 

 

 

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