El Ayuntamiento de Sevilla se ha propuesto apartar a las prostitutas del mal, (y como diría más de un hijo de idem “A mí que me aparten cuatro para este fin de semana”) y para ello ha puesto en marcha un plan que, además de ser inequívocamente efectivo, es de una mala leche de órdago, vamos, hablando en el argot de la cosa: una auténtica putada. Y es que no ha tenido mejor idea que la de multar a los clientes que se van con malas mujeres -con la cantidad de mujeres buenas que hay-. Imagino que, como otras multas, éstas irán, vía correo certificado, al domicilio conyugal del susodicho dejraciao, con lo cual el cliente queda expuesto no sólo a la vergüenza pública y a la sanción económica, que no es poco, sino también a las airadas represalias de su furibunda esposa que descubre que mientras con ella su marido se acuesta y se duerme en el acto… -y algunas veces antes- con otras hasta se permite la desfachatez de pagarles por… por… eso se preguntarán ellas ¿por qué?

Y es que mientras que a las mujeres nos pierde pensar que todos los hombres son iguales, a ellos les pierde creer que no todas las mujeres somos iguales. Y, claro, ellos necesitan cambiar, experimentar, permutar, innovar, sustituir, reemplazar, y aquí es donde entran en escena estas chicas. El problema viene cuando “esas chicas” no están ahí porque les salga del mismísimo, sino porque las obligan de las maneras más horribles los chulos-malnacidos-proxenetas. Por tanto, no tengo claro que esta medida proteja a las mujeres: ni a las que no quieran prostituirse, ni  a las que estén encantadas de hacerlo. Apretar el bolsillo del putero no puede resultar tan positivo como apretar los huevos del explotador.

Por otra parte… ¿qué ocurre con las que deciden ejercer libremente la prostitución? A fin de cuentas es la profesión más antigua del mundo. Además, si alguna profesión es digna de un monumento, aunque sólo sea por la constancia es, precisamente, la prostitución. ¿En qué está pensando la corporación de Sevilla para pretender joder a estas mujeres sin un buen acto sexual?

Las razones que pueden llevar a una mujer a ejercer la prostitución pueden ser tantas y tan variadas como las que les obliga a permanecer en ella -desde la necesidad hasta el placer, tanto sexual como económico-, pero creo que ya lo tienen las pobres bastante difícil como para ponérselo más. Puesto que el chulo de turno las obligará a estar en otro sitio o en cien mil sitios más con tal de que al final del día le traiga la pasta. Sinceramente, evitar la prostitución en la calle o en polígonos sólo hará que los putos clubes de alterne tengan más carne que ofrecer.

Considero que esa lucha por erradicar la prostitución no es lo mismo que buscar soluciones para ayudar a estas mujeres. Puesta la ley, puesta la trampa dice nuestro refranero. Y no tardaremos en ver que el ingenio de los canallas que las utilizan no tiene fronteras.

Entretanto, con la putada que el Ayuntamiento de Sevilla les está haciendo a los puteros, en lugar de fumarse algún cigarro entre acto y acto con prostitutas tendrán que fumar… cartones.