En el mundo cristiano, la estrella ha sido sinónimo de guía, de luz que indicaba el camino que se debería seguir para encontrar la Fuente de toda Luz.
La estrella ha sido también, entre otros, el símbolo que exhibían sobre su pecho los hombres justos del Lejano Oeste que luchaban contra la delincuencia o el desafuero.
Y una estrella es el distintivo de un grupo de muchachos españoles que consiguió hacer realidad el sueño de ganar un mundial de fútbol.
Y, ahora, una estrella perdida, caída, desaparecida de la camiseta de Fernando Llorente se ha convertido en el acicate para llevarnos hasta la necesaria concienciación de la ayuda que precisan tantos y tantos niños pobres como hay en el mundo, en esta ocasión de la mano de la ONG “Save the Children”.
Pobres. Cada día hay más pobres. Y no es preciso buscarlos en países tercermundistas, tan sólo es necesario darse una vuelta por cualquiera de las calles de nuestra ciudad. Hay pobres “dignos” que esconden todo lo que pueden su pobreza. Los hay que la muestran sin pudor alguno. También hay pobres que no renuncian a vivir como ricos. Ricos que son absolutamente pobres. Y pobres conscientes de cuál es su riqueza.
Dicen los responsables de la residencia “Jesús Abandonado” que, a veces, hay camas vacías -últimamente menos-. Sin embargo, hay indigentes que mueren de frío en la calle o que se arriesgan a morir quemados por algún gamberro. Qué puede hacerles aspirar a tener por lecho la helada acera o a cubrir sus suelos con una raída manta que apenas los protege de la fría noche, en lugar de desear el descanso de sus huesos sobre una cama caliente protegida por unas paredes que tanto saben de abandonos y de soledades junto a otros hombres que comparten su mismo tipo de dolor.
¿Será la libertad? Viktor E. Frankl dijo una frase de esas que suelen ponerse en los libros de citas por su genialidad y que es una de mis favoritas porque creo que resume la filosofía sobre la que construyo mi vida: “Al hombre se le puede quitar todo excepto una cosa, la última de sus libertades: elegir su actitud frente a cualquier circunstancia, elegir su camino ¡Elegir! aunque esa elección sea absurda, incomprensible, estúpida o hasta suicida”.
En las frías noches de nuestros inviernos, sobre todo los del norte, no hay año que no se lleve por delante unas cuantas vidas de hombres o mujeres con una historia detrás que muy pocos conocerán, una historia que era su vida, con unas circunstancias que les llevaron a mendigar el pan o el vino que se tomaban; probablemente, las mismas circunstancias que a otros les llevaron al éxito o a enriquecerse, pero tanto unos como otros eligieron su propia actitud frente a los acontecimientos.
¿Será el espacio? Sí, el espacio, no el sideral sino ese otro que todos necesitamos: el vital. Ese espacio que los animales marcan con sus orines para impedir que otro viole su territorialidad; ese espacio que de niños solemos defender de manera espontánea y natural y que la edad, la cortesía, o los habitáculos cada vez más pequeños, nos hacen que renunciemos a su defensa anestesiándonos la capacidad de enfrentarnos a los intrusos que nos lo invadan.
¿Serán los sueños? Recuerdo que, siendo niña, al salir de una iglesia, le pedí a mi padre una moneda para un “pobre” que pedía a la puerta. “¿Por qué le llamas pobre?”, me preguntó mi padre. Yo le miré con los ojos muy abiertos, desconcertada ante la incomprensión de la evidencia. “No es pobre el hombre que no tiene un céntimo, sino aquel que no posee un sueño”, añadió. Hasta muchos años después que leí esa misma frase en un libro pensé que era de mi padre, porque para él los sueños son el motor de la vida. Quién sabe si los indigentes muertos de frío eran inmensamente ricos en sueños. Quién puede saber si sentían lástima de los pobres ricos embutidos en recios abrigos que alargaban hasta sus manos las monedas con las que se suele pagar el silencio de las conciencias. Tal vez refugiados en el gélido hueco de una noche de enero, observados por esas otras estrellas que siguen brillando una vez que se apagan las de mentira, soñaban que encontraban algo perdido mucho tiempo atrás o soñaban “mapas que Ulises no habría comprendido jamás”, o tal vez se soñaban protagonistas del sueño de la mujer que una vez amaron… ¿ y quién querría despertar?
La estrella, esa que dicen que todos tenemos y que podemos compartir para aliviar la pobreza de otros, a veces alumbra caminos que siguen oscuros pese a su luz, otras, en cambio, lleva luz para iluminar varias vidas a la vez.