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Ana María Tomás

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DESPEDIDA DE SOLTERA

Ayer perdí la virginidad –dice una chica-. Si es que nos la ponen en un sitio… –contesta otra. Y hablando de sitios para poner ciertas cosas, no sé si ustedes suelen darse un garbeo los fines de semana por la zona donde está últimamente la movida de los jóvenes, pero les aseguro que de hacerlo podrán comprobar que hay objetos que se colocan en los lugares más insospechados.

Me estoy refiriendo a la moda (extendidísima, créanme) de celebrar las despedidas de soltera, aparte de juerga, alcohol, desnudo de chico y mucho baile, con un “im-prezioante” aparato genital masculino (qué fina, ni yo misma me reconozco) sujeto a una diadema y colocado sobre la cabeza de la que despide su soltería. Obviamente son reproducciones, pero les aseguro que tan fiables que la primera vez que las vi solté un grito imaginando, como en el “Impero de los sentidos”, a que pobre desgraciado habían “ejracio” de esa manera.

Qué quieren ustedes que les diga. Personalmente considero que hay unos cuantos lugares en el cuerpo femenino mucho más apropiados que lo alto de la cabeza para albergar semejante apéndice, por no decirles que me parece una horterada sin nombre, una ostentación chabacana, ridícula y, por supuesto, sumamente machista, porque el que la futura novia pase toda la noche con un pene sobre su cabeza cual espada de Damocles, no implica que él, vamos el novio, lleve de igual guisa un coño o un buen par de tetas.

O sea, que las mujeres nos pasamos la vida copiando actitudes del hombre: en política, en dirección, en gestión, en comportamiento sexuales…, que hasta cierto punto podría ser comprensible puesto que no hay, por desgracia, demasiados referentes femeninos que copiar en ciertos ámbitos, y para una vez que intentamos (o mejor dicho intentan) ser originales instauramos el culto fálico, como si no tuviésemos bastante con el que mantienen los chicos.

Porque, vamos a ver, no sería mejor hacer una especia de apuesta mesalínica, entre las chicas de la despedida, a ver cuál de ellas se llevaba más penes o más “alegríes” –que para los valencianos serán penes, pero para el resto son alegrías-, en lugar de tirarse todas, como locas, para el chaval que sale de la tarta. O ¿lo de la tarta es sólo para los chicos? También se nos podría haber ocurrido la idea de venderles a ellos una buena despedida de soltero a la ruleta africana ¿qué no saben ustedes lo que es la ruleta africana? Pues como la rusa, pero más divertida. Se trata de ofrecerles siete espléndidas chicas de ébano dispuestas todas para hacerle una felación al futuro novio… sólo que una de ellas sería caníbal ¿Pero a que es muy graciosa la idea?

Pero no. Miren por donde, en lugar de innovar o, si quieren ponerse algo por montera, colocarse una bola del mundo, van un atajo de estúpidas reunidas y gritando como gallinas y se instalan sobre sus cerebros una antena genital.

Quede claro que nada tengo que objetar, sino todo lo contrario, del culto a Príapo, pero estoy segura de que estas señoritas no tienen pajolera idea de quién es ese “señor”, o sea, que nada que ver con lo que ellas hacen. Desde luego no seré yo quien diga cómo tiene que divertirse cada uno, pero nadie me puede negar que cierto tipo de ostentaciones ridículas nos quitan a las mujeres, de golpe, un buen puñado de esa dignidad que tanto nos cuesta arañar día a día.

Dicen que cuando nos miramos al espejo no nos vemos tantos defectos como cuando lo hacemos en una fotografía, así que sólo nos queda esperar que éstas chicasbotijos (por lo del pitorro) se hagan unas cuantas fotos y comprueben su esperpéntica imagen. Estoy segura que les faltará tiempo para quitarse el peso de la sesera.

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