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Ana María Tomás

Escribir es vivir

SORPRESA

 

Es muy cruel tener que aceptar que la carta de presentación de una persona sea, en  primer lugar, la primera impresión que produce de manera visual. Dicen que nadie tiene la oportunidad de dar dos veces una buena primera impresión, pero con las maravillas de la ciencia ese axioma ya no tiene validez.

Hay que reconocer que María Teresa Fernández de la Vega, después de todas las primeras impresiones, buenas o malas que haya producido en su vida, nos ha sorprendido con una que ha dejado a toda España K.O. Hablan de una operación de estética, pero, vamos…, eso es mucho más, es un misterio faustiano e inquietante, y, a no ser que la haya operado la mismísima Virgen de Lourdes, eso no es una operación, eso es un milagro. Un milagro o un arma secreta del PSOE. Recordemos el cambio de imagen del señor Bono Melenas -caprichito de las nenas-. Lo peor  -o lo mejor- que puede ocurrir es que dentro de poco aparezca el señor Rubalcaba en el Congreso con el rostro de Richard Gere. Esto, además, es un golpe bajo a Rajoy que tendrá que explicar a todas las mujeres que esas operaciones, al igual que las de los dientes, no las puede ofrecer la Seguridad Social. Por mucho que se les advierta a sus dirigentes que siempre es mejor prevenir que curar: y una mujer que se siente hermosa (aunque ahí es donde radica el secreto: en “sentirse” no en serlo tan y como se entiende) siempre necesitará menos medicamentos que alguien que pretende curarse el alma con medicinas del cuerpo.

Desde luego, hay que reconocer que si alguna vez se han hecho chistes de mal gusto, por supuesto, con el peinado o el rostro de nuestra exvicepresidenta, eso se ha terminado de un plumazo: chistecitos de orugas a una mariposa tan estupenda.

Hace poco me enviaron un correo con las fotos de un grupo de mujeres americanas que, no sólo no eran agraciadas por la naturaleza, sino que eran esperpénticamente “dejracias”, las pobres. Como quienes se acercan a Lourdes esperando un milagro, se habían presentado a un programa de cambio de imagen en donde, como conejillas de indias, ofrecían sus cuerpos a la ciencia: operaciones de nariz, de pómulos, de orejas, de párpados caídos, de dientes, de pecho, de barriga -¡dremiadelamolllhermoso! qué barrigas-, de nalgas…, liposucciones… bueno, bueno, bueno… la lista era casi infinita. Después de las complicadas y dolorosísimas recuperaciones médicas de varias operaciones a la vez, pasaban por la garlopa de peluqueros, estilistas, maquilladores, modistas… y ¡Voila! El patito feo no era ni siquiera cisne, sino el bellezón soñado, anhelado y deseado por cualquier tipo de hombre incluyendo a los más exigentes. Al final del correo había una moraleja que venía a decir que no había mujeres feas, sino maridos pobres. Maridos que no pueden pagarles a sus mujeres semejante despliegue de ciencia-ficción. Y, evidentemente, también hay muchas mujeres que tienen que cargar con la cara o el cuerpo que la madre o la japuta de la Naturaleza le haya otorgado.

Pero ¿por qué damos tanta importancia al aspecto físico? ¿Por qué son capaces los medios de comunicación, la sociedad, los modistos y el sursuncorda de hacernos sentir como una mierda si no damos esas tallas estándares de belleza?

Catherine Hakim, doctora en sociología y escritora, en su recién y exitoso libro publicado con el título de “Capital erótico” explica la importancia que tiene la imagen y dice que es tan importante como tener estudios. Nos ha jodido… Ahora viene a descubrirnos las americas. ¿Acaso no lo tenemos claro? Las revistas y los programas  televisivos están poblados de chicas hermosísimas que no saben hacer una o con un canuto, pero que dominan el francés  con sabia lengua. Vergonzoso, triste, duro… pero real como la vida misma.

Una mujer inteligente, pero fea, tiene que luchar doblemente para abrirse camino en su profesión que otra que sea guapa, aunque tenga menos preparación.

Las mujeres, las guapas y las feas, sabemos que cuando vamos, por ejemplo, a la peluquería con la foto de un peinado en la cabeza de una modelo o de una actriz de cine y le decimos a la peluquera: “Quiero me hagas esto”. La peluquera nos sonríe con bastante cinismo, aunque a veces nos resulte imperceptible y nos contesta; “Lo intentaré”. Porque sabe que lo que queremos no es solo el pelo, sino la cabeza, el cuerpo y la vida de ella que resulta, a nuestros ojos, tan exitosa… Pero qué tontísisisimas somos ¿Todavía no nos hemos dado cuenta de que detrás de hermosísimas estrellas rutilantes sólo hay un triste foco que las ilumina y que en cualquier momento puede apagarse?

Chicas… concienciémonos de que no hay mujeres feas, sólo bellezas difíciles de mirar y de que las arrugas son las muescas que la vida pone en la culata de nuestro rostro para recordarnos lo afortunadas que somos de seguir aquí.

 

 

 

 

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