Hay tontos que tontos nacen, y tontos que tontos son, y tontos que vuelven tontos a los que tontos no son. Y los tontos de los entrepierna pueden hacer, perfectamente, los cien metros lisos en cualquiera de esos tres apartados en que los clasifica nuestro viejo refranero.
Por supuestísimo, ninguno de los pertenecientes a dicha cofradía admitirá que lo es, ni abierta ni cerradamente. En todo caso, si hay que reconocerse bajo algún epígrafe, ese será el de “no zemos muchos, pero zemos remachos”, porque, para ellos, dejarse guiar por el gps que llevan al final de su… apéndice más valioso -y que se activa con el paso de una escoba con faldas- es un alto honor cada vez más en desuso debido al aumento de salidas del armario.
A los tontoslaentrepiegna se les puede reconocer con cierta facilidad puesto que, cuando clavan sus ojos en la posible y presumible presa, dejan caer un hilillo de baba por las comisuras de sus labios. No es que defiendan la teoría de la poligamia, no, es que ellos necesitan colocarse un ventilador en los mismísimos con el fin de esparcir su semen a los 4 vientos.
Lo más penoso de estos penes andantes es su incapacidad absoluta de verse como realmente son: patéticos y gilipollas. A ellos, cuando se miran al espejo, les duele la cara de ser tan guapos, como decía aquella vieja canción de Hombres G.
Evidentemente, este espécimen, repartido por todos los continentes, razas y culturas -no tenemos más que mirar, por ejemplo, a Berlusconi, Strauss Kahn, a los hombres de la guardia pretoriana de EEUU y sus escándalos sexuales en Colombia y Brasil- no tendría éxito alguno si no fuera porque hay un grupo de mujeres con una especie de gen imán que atrae, como la luz a las mariposas, a este tipo de semental. Así que, las pobres, encadenando relaciones infructuosas, salen de la sartén para caer en la lumbre, mientras que ellos salen reforzados y sintiéndose los reyes del mamborgasmo.
En alguna ocasión, he hablado con más de uno de ellos que, al comprobar que yo no le daría cuerda ni para ahorcarse, me ha dejado con la palabra en la boca en cuanto ha pasado por su lado una buena “jaca” y la entrepiegna se le ha disparado con un pi, pi, piiiiiii… en dirección a la presa.
La carne es débil y no digamos ya algunos fragmentillos de la misma cuyo crecimiento es directamente proporcional a la nulidad mental. Obama los ha calificado de “cretinos”, vamos, a sus tontoslaentrepiegna, a quienes no se les ocurrió mejor idea, nada más poner los pies en Colombia, que poner sus pepinillos en remojo con alguna colombiana.
Es verdad que, como cantaban las Supremas de Mostoles en una de sus canciones, muchos de ellos serán unos enfegmos del cibersexo… y del sexo real, no te fastidia, pero también es verdad que muchos no pasan de ser unos gilipollas incapaces de amarrarse la entrepierna aun sabiendo que la dirección que les indica su… flechita será la que los lleve derechitos a una complicación segura. La sangre no da para más: o riega una cabeza u otra, pero no las dos a la vez. Y ahí tenemos cantidad de casos de ruina total, para unos, porque manda huevos que Berlusconi le cascara a la joven marroquí Karina el Mahroug cuarenta y siete mil euros a la semana, más unos cinco millones de propina -y como a ella a otras muchas- por limpiarle el clarinete y mantener la boca cerrada. Que esa es otra, siempre me he preguntado por qué se llamará sexo oral a la práctica sexual en la que menos se puede hablar.
Decía Elbert Hubbard: “Todo hombre es tonto por lo menos cinco minutos al día; la sabiduría consiste en no rebasar el límite”. Por desgracia para algunos, aunque posean péndulo, la entrepiegna carece de relojes.