Conocer que una mujer hermosa y deseable como Demi Moore no sólo está atravesando una de las peores depresiones de su vida, sino saber que, poco antes de su colapso, se puso en la boca: “Lo que más me asusta es descubrir que no soy digna de ser amada” me ha ocasionado un gran dolor y una reflexión que da para todo un artículo porque esas declaraciones que ha realizado la actriz, junto con su situación actual, son producidas por el abandono que ha sufrido por parte de su último marido, el también actor Ashton Kutcher.
Y me produce mucho dolor no el hecho de que el tontoelhaba la haya dejado plantada, ya sabemos cómo funcionan algunos hombres cuando se les calienta la entrepierna con forneles nuevos, sino el que ella pueda pensar que, porque un hombre determinado no la ame, no la pueden amar cientos de otros hombres. Me produce dolor que seamos, todos, hombres y mujeres, tan vulnerables cuando una persona, una sola persona -por muy importante que sea para nosotros- nos dice que ha dejado de amarnos. ¿Acaso porque ya no la quiera el niñato ese, ella es indigna de ser amada?
Y mira que todos somos buenos consejeros cuando se trata de dar consejos, pero, cuando somos nosotros quieres necesitamos abrir los ojos, se nos cierran y, para más inri, se nos infectan de conjuntivitis, como dice el refranero: “Consejos vendo y para mí no tengo”. Cómo es posible que mujeres valientes, “independientes” al menos, pueden serlo de manera económica, guapas, atractivas, deseadas… mujeres que han aconsejado a otras, en esas mismas circunstancias, que les vayan dando carrete a los desenamorados, puedan ser hundidas en la más absoluta miseria por un simple “he dejado de quererte”. Pues muy bien, Antón, “a enemigo que huye: puente de plata”.
Circula por Interner un Power en el que le preguntan a una mujer si su marido la hace feliz. Ante esa pregunta, los ojos de los amigos se clavaron en el marido, que sonreía complaciente esperando la rotunda afirmación de su mujer. Sin embargo, ella, respondió: “No, no me hace feliz. Yo soy feliz. El que yo sea feliz o no sólo depende de mí, pues si mi felicidad dependiera de alguna persona, cosa o circunstancia sobre la faz de esta tierra, yo estaría en serios problemas. Todo lo que existe cambia continuamente, el ser humano, las riquezas, mi cuerpo, los placeres… A través de toda mi vida he aprendido algo: soy yo quien decido ser feliz y lo demás lo llamo experiencias: amar, perdonar, ayudar, comprender, escuchar, consolar… Hay gente que dice que no puede ser feliz… lo que no saben es que ser feliz es tan sólo una actitud ante la vida.” Y termina diciendo que la vida es como una bicicleta y sólo te caes de ella si dejas de pedalear. Entiendo que como correo “basura”, aunque es bastante bueno, no dejar de ser eso: un mensaje más de los muchos que navegan por la red. Sin embargo, nos vendría bien verlo de vez en cuando porque pesa mucho en el subconsciente femenino colectivo la idea de que, si no somos amadas, es porque no lo valemos o no lo merecemos. Y, aunque es verdad que tampoco es cuestión de salir despavorida de una relación para meterte en otra -la experiencia indica que se suele salir del cazo para caer en la lumbre- también es verdad que, justo cuando menos amadas nos sentimos, más necesitamos agarrarnos a un clavo ardiente que nos proporcione un poco de ese maldito alimento amoroso.
Me da mucha penica Demi Moore y tantas mujeres que, como ella, se encontraran en una situación parecida. Alguien debería inventar y comercializar un espejito mágico en el que pudiéramos mirarnos todas y cada una de la mujeres cuando dudamos de nuestra belleza, y que él nos gritara, absolutamente convencido y convenciéndonos: “Tú, tú eres la más guapa del reino, de este y de todos los existentes en el mundo. La más guapa de los reinos y de las repúblicas, la más hermosa a tropecientos kilómetros… Y quien no te quiera no te merece, ni merece tus lágrimas, ni tus palabras de desconsuelo, ni mucho menos tu sufrir…”. De momento, mientras la tecnología no sea capaz de lograr algo así, siempre nos tendremos a nosotras mismas para repetirnos esas palabras frente a un espejo, frente al mundo entero y, sobre todo, frente a inconstantes amores. O escuchar hasta que se nos quede grabado a fuego la canción del Arrebato titulada: “Miranto pa´ti” en ella deja claro que quien quiera querernos tendrá que saber que valemos más que la Alhambra, y que sólo debemos vivir mirando para nosotras y siendo las princesas de todos los mares al mando de nuestros timones. Ahí es nada…