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Ana María Tomás

Escribir es vivir

NO LO ENTIENDO

 

 

A ver, que me lo expliquen: resulta que detienen a un… insensato   -llamémosle  insensato- que se ha dedicado, durante cinco años, a ejercer como médico sin tener titulación alguna como tal. Lo acusan de delitos de intrusismo (como si sólo se hubiera dedicado a plantar coles en terreno ajeno en lugar de haber estado arriesgando vidas humanas), de estafa, blanqueo de capitales y falsedad documental. Atentos: “falsedad documental”. Y van los chicos buenos, lo dejan en libertad, y sólo le quitan el pasaporte (en lugar de haberle quitado, para siempre, las ganas de jugar con la salud ajena) y le dicen que se presente, “pa” controlar un poco la cosa, cada quince días. Pero bueno, es que no han visto que si ha estado metiendo mano en cuerpo ajeno (y en alma, que es lo peor) ha sido, precisamente, por la mano que tiene el tío falsificando papeles. Que ¡manda romana! Ha tenido que falsificar títulos, certificados, justificantes… Que este tío en una noche se fabrica cuatro pasaportes distintos y se larga con viento fresco a seguir ejerciendo, sabe Dios de qué, en sabe su santa madre dónde.

No lo entiendo. No hay por dónde cogerlo. Es que estamos hablando de un señor que durante cinco años ha estado prescribiendo fármacos, haciendo revisiones a trabajadores y pasando consulta a mujeres que creían tener antes ellas a un profesional de la salud y no a un “salido” que ya fue apartado de “su” profesión en 2011 en el Hospital General de Castellón por colocar, ojo: “presuntamente”, cámaras en los aseos de mujeres. En el culo le hubiese puesto yo a él la maquinita. Y no les digo de qué tamaño.

Así que, una de dos: O, con todos los respetos, los médicos ni pinchan ni cortan, ni sanan ni hacen revisiones laborales… Y, ¡eureka!, por casualidad, como ocurre en la mayoría de los descubrimientos, acabamos de descubrir que el cuerpo tiene sus propios protocolos de enfermar, así como sus propios mecanismos de autosanación -cosa que ya me recelaba yo desde que Voltaire dijo que “El arte de la medicina consiste en entretener al paciente mientras la Naturaleza cura la enfermedad-, o el tío este es un iluminado, un clarividente, un chamán, un curandero del copón. Que con sólo su presencia sanaba hasta los peores de los males y, por tanto, no recetaba sino placebos inocuos. Exégesis de la cosa: pues que las farmacéuticas ya se pueden ir a tomar viento en popa a toda vela. Ya no es necesario que sigan envenenándonos con fármacos que, como ha demostrado el “Einstein” de la medicina da igual lo que receten y para lo que te lo tomes.

Ahora bien… yo me pregunto: en todos esos años en los que ha tenido ante él a confiados seres humanos que volcaban -en sus supuestos conocimientos- sus miserias, sus enfermedades, sus miedos y, a la vez, sus esperanzas… ¿no habrá tenido, ni por un momento, unos instantes de lucidez, o de caridad, o de responsabilidad, o de miedo…? Cómo se puede vivir pensando que por una equivocación en la cantidad prescrita, o por una alergia desconocida, o por una contraindicación imprevista… “sus” pacientes podían largarse a cenar con Cristo. Probablemente su juramento al no ser hipocrático y, desde luego, nada hipercrítico, se basaría en aquel antiguo lema de nuestro refranero de “Lo que el médico yerra lo tapa la tierra”.

Los pobres agentes que cuidan y vigilan la seguridad ciudadana andan desmantelando naves ilegales en donde se despieza carne sin medida higiénica alguna y que luego venden en bares o diversos establecimientos con el consiguiente peligro de enfermar, inútil trabajo, porque eso, sumado a pesticidas que largan, sin consideración alguna, sobre los vegetales que ingerimos con medio lavado, más toda la mierda que tomamos a través de los antibióticos que nos entran mediante las diferentes carnes, por no hablar de los metales pesados y la contaminación de los pescaditos o el marisco… Vamos… que tendrían que crear un cuerpo de policía especial y ni aun así. Y, para colmo, si luego tropiezas con… -vamos a darle su nombre- con un hijoputa como este… pues no es de extrañar que el negocio más boyante actualmente sean las funerarias… Pero, fíjense, al hombrecico no le dio por lo de las pompas fúnebres, sino por subir las acciones en ellas.

 

 

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