“¿Cuántos años tienes?”, me preguntan. “Treinta y cinco”, respondo. No parecen satisfechos y vuelven a la carga: “Pero si hace cinco años te lo pregunté y me dijiste los mismos”. “Pues claro -respondo- yo no soy de las que hoy dicen una cosa y mañana otra. A ver, ¿a quién le importa si cumplo treinta y cinco por primera vez o por séptima? A fin de cuentas, como reza un conocido epitafio: “Como te ves, yo me vi, como me ves, te verás”. Cosa que parece no saber un tal… ¿señor? Antonio Vélez, de la Federación de Ocio y Restaurantes de Canarias que ha criticado que se desnuden en la playa “viejas carnes flácidas o voluminosas que sólo inspiran lástima, burla o repugnancia”. Seguramente, a más de uno, menos repugnancia que inspiran sus palabras.
En cosas así, en donde se pretende actualizar algunas teorías espartanas, me gusta reflexionar sobre una frase que escuché hace tiempo y que decía algo así como que si sólo cantasen en el bosque los pajarillos con mejor trino, el bosque sería muy aburrido. Además de que, sólo en contraposición de la desproporción, puede resaltar la perfección.
Servidora está de muy buen ver, y mis padres son de carnes enjutas, así que, vaya por delante que esta vomitona reivindicativa no es porque mi papi haya estado en el hospital sin mantas ni agua. Este señor Vélez, por su cuenta o en representación de toda la “Federación de restaurantes canarios”, se ha permitido tirar piedras, de manera idiota, contra su propio tejado porque son, precisamente, los dueños de esas carnes fofas y gordas quienes más engordan sus bolsillos. Y aunque no lo fueran ¿no tienen derecho a estar en la playa? ¿Qué pretenden, que se bañen con un burka? Deberían hacerle un boicot a los restaurantes y llevarse a la playa un bocata de tortilla de patatas como se ha hecho toda la vida.
Porque, señores míos, esas carnes fofas y gordas son, en muchos casos, quienes están sosteniendo la economía de muchas familias sin trabajo, incluso ahora son rescatadas de asilos y residencias por hijos y nueras para que sean sus medios de vida. Por tanto, tienen todo el derecho del mundo a desparramarse en la arena playuna de algún viaje del Inserso. O qué quieren ¿Qué la sociedad los exprima hasta el límite, pero que no les permita unos días de ocio y diversión? Además, esto de las carnes es como lo de los colores: que hay para todos los gustos. Lo que a unos les puede parecer fofo a otros puede parecerle de lo más atractivo y, si no, que se lo pregunten al marido de la duquesa de Alba. El hombrecico no está nada mal, resulta interesante, seductor… y bien podría haber aspirado a otras carnes más prietas, y, sin embargo… bueno…, a lo mejor no es el ejemplo más idóneo, pero ahí está. Sería falso, por mi parte, negar que resulta mucho más atractivo contemplar el desnudo de un tío joven y apolíneo que el de un octogenario desbordado de grasa. Pero, si se paran a pensar, mostrarse sin pudor en una playa es la mayor aceptación de uno mismo. Algo que nos falta, probablemente, a muchos con menos años y mejores carnes.
Me pregunto si el payo se habrá planteado que muchas de esas carnes fofas han quedado así por traer al mundo a gilipuertas como él. Una de las luchas más comunes entre las mujeres que acaban de parir es intentar recuperar la figura de antes del embarazo. Unas veces se consigue, otras, no. Sobre todo, si se tienen embarazos muy seguidos. Pero, aunque he escuchado numerosas veces quejas por no lograr ese propósito, jamás he oído a ninguna mujer que cambiara sus carnes fofas por unas prietas si ese conllevara no haber parido. Una barriga distendida, caída, ¡fofa! puede ser una gloriosa herida de guerra por haber parido a hijos que…, como dice el refrán, luego te saquen los ojos o se avergüencen de esa flacidez que ellos mismos provocaron. Pero, aunque fueran puras y duras barrigas cerveceras, que tire el primer improperio el que pueda asegurar que el tiempo y las circunstancias no van a hacer la más leve mella en él.
Decía Quevedo: “Ayer se fue; mañana no ha llegado;/ hoy se está yendo sin parar un punto:/ soy un fue, y un será, y un es cansado./” A ver si el muchachico este y la madre de la “Federación de ocio y restaurantes canarios”, leen alguna cosa de los clásicos sobre la fugacidad de la vida y de la belleza. Y se enteran de qué va la cosa.