En días como hoy es cuando se aprecia de verdad el periódico. Y no tanto por las noticias que nos traiga. En realidad, hoy, aquí en nuestra tierra, los sucesos, más veces malos que buenos, quedan aparcados por unas horas para disfrutar de la alegría desbordante y jubilosa de nuestro “Entierro de la sardina”. Así que hoy el periódico pasa a otra acepción en su papel socializador o dicho de otra manera: a ser usado con otros usos mucho más poéticos que el prosaico informativo.
De entrada, podemos sacudir con él un par de educativos trompazos a nuestro perro si ha vuelto a desobedecernos meándose en el limpiabarros de la terraza y, por supuesto, recogerle la caca con alguna de sus hojas. Y, si en lugar de perro tenemos pájaro, nos viene de perlas para cubrir el suelo de la jaula. Y, luego, salir a la calle a comernos el sábado, con el periódico debajo del brazo para extenderlo, como una alfombra, en cualquiera de los hermosos lugares de nuestra ciudad y sentarnos sobre él a contemplar la vida que pasa.
Hace unos días recibí un video, en un correo electrónico, buenísimo, sobre todo, para los que seguimos prefiriendo, en los libros, el papel en lugar de la quemaojos pantalla de cualesquiera aparatos de última generación. En él se veía a una pareja en dónde él presumía, a todas horas, del manejo de la tablet anteponiéndola a objetos tradicionales como libros de cocina, mapas, etc. con la consiguiente humillación a su mujer que parecía estar menos ducha es esos menesteres. Las siguientes imágenes que se ven son la de él sentado en el wáter, consternado al comprobar que el dispensador de papel higiénico está vacío, llamando a su mujer para que le entrara un rollo, y a ella muy sonriente pasándole la tablet por debajo de la puerta. El payo, por lo visto, no sabía que, si te pones delante del espejo del baño y gritas tres veces el nombre de tu madre, aparece una mano por la puerta sosteniendo un rollo de papel higiénico. Exégesis: el ordenata nunca sustituirá al papel. Pues claro que no. Guardo, como oro en paño, un viejo folio en donde algún cerebro brillante -y un tanto desocupado, todo hay que decirlo- se dedicó a plasmar los diferentes usos y abusos del periódico. Y, en esta mañana festiva, me van a permitir que se los transmita a todos ustedes. Es de agradecer los diferentes apartados en los que divide y subdivide la cosa, por ejemplo, habla de “usos domésticos, como limpiar cristales, alinear las patas de la mesa coja, cubrir el suelo antes de pintar; matar moscas, cucarachas y demás insectos rastreros; madurar los plátanos, proteger el suelo del garaje si el coche gotea aceite… etc. Usos educativos, como recortar letras y fotos para los deberes del niño, hacer barcos de papel, sombreros de Napoleón, arrancarle el pedacito blanco de arriba para anotar números de teléfono… etc. Usos comerciales: Ensanchar zapatos, rellenar bolsos para que conserven su forma, envolver flores, cortar patrones, envolver clavos en la ferretería… dar trabajo a vendedores y periodistas. Usos festivos: Para prender el carbón en la barbacoa, rellenar las cajas de los regalos sorpresa… etc.” Ahora bien, mis favoritos son los llamados “Otros usos”, atentos: “Para que los secuestradores usen sus letras en las cartas, para ponerlo encima del banco y no mancharse en el parque, hacer bolitas y tirarlas a los compañeros de clase; como paraguas para que la lluvia finita no dañe el peinado; para que los malos de las pelis puedan esconder el revólver; para esconderse detrás de él cuando no queremos que nos vean… Ah!!! Y por último: para enterarse de las noticias”. ¿No me negarán que no es una buena reflexión? Nadie se atrevería a decir que todo eso podría hacerse con un ordenador. Es como cuando preguntan que por qué un vibrador nunca sustituirá a un hombre. Pues está muy claro: porque los vibradores no pueden cortar el césped. Y es que hay cosas que son realmente insustituibles, como el papel del papel de periódico… Y el del wáter, claro -aunque tal y como está la crisis… igual se diluyen sus fronteras y terminamos con las noticias pegadas al trasero. Al menos tendríamos la retaguardia bien informada-. Y… de los hombres… ya hablaremos otro día.