Una vez llamaron a la Madre Teresa de Calcuta para que asistiera a una manifestación en contra de la guerra. Pero ella se negó con el argumento: “Llámenme cuando hagan una manifestación a favor de la paz”. Siempre se ha dicho, aunque no sé si se ha tenido más o menos claro a la hora de actuar, que el odio sólo genera más odio y que la única forma de combatirlo es el amor. Valiente chorrada, puede pensarse, cuando uno tiene las entrañas emponzoñadas de rencor y en lo último que piensa es proporcionar una mísera sonrisa a quien estaría dispuesto a estrangular con sus propias manos. Pero la cruda realidad es así: una escalada de violencia entre contrincantes, una apertura de ajuste de cuentas entre bandas rivales, un intento de saldar ofensas entre deudos… sólo conduce a aumentar el odio y los deseos de venganzas, con resultados de muertos y más muertos por uno u otro lado. Pero, al margen de estas exégesis, en las que se puede estar más o menos de acuerdo y cualquier punto de vista puede ser… digamos que tomado como pura y dura libertad de expresión, lo que sí está claro es que la libertad de cada uno de nosotros termina donde comienza la del otro. Y la libertad lleva intrínsecamente unido el respeto a la dignidad del que tenemos enfrente.
Y digo todo esto porque no creo que nadie pueda estar de acuerdo en que un Gobierno recorte dinero para Educación, es como si una madre de familia recortara en alimentación -¡puñetas, que es lo básico!-, al margen de cómo puedan estar las arcas nacionales y, sobre todo, teniendo en cuenta los robos a mano armada y desalmada (con “l”, no con “r” -¡por Dios! lo que me acaba de salir, “ere”: y con ella) por parte de un hatajo de sinvergüenzas que, como dicen en mi pueblo: “Rajaos pa tablas no pagan”. Pero lo que ocurrió hace unos días en la entrega de los Premios Nacionales Fin de Carrera cuando varios de los premiados pasaron recogiendo el premio (mejor dicho tirando de él) y volviendo las cabezas en sentido contrario a las autoridades que se los entregaban… es una flagrante demostración de que se puede ser un “brillante” versado en determinados conocimientos de carreras específicas, pero un perfecto maleducado. Vamos, que la Universidad imparte conocimientos pero que se puede salir de ella más burro que un arado en cuestión de educación básica. Pero ¿cómo se puede pedir Educación sin mostrar la más leve y elemental demostración de ella? ¿Cómo titulados en “Educación” -manda cojones-, pueden dar un ejemplo tan nefasto? ¿Habrá contrasentido más grande…?
A lo largo de la historia del cine, las letras, las artes… han sido más de uno quienes han declinado recoger galardones, premios, reconocimientos… y lo han hecho de formas diferentes, pero, por regla general, de manera educada. En estos momentos me viene a la mente la imagen de la india Sacheen, rechazando el Óscar en nombre de Marlon Brando, y esperando en palabras suyas “no ser una molestia esta noche” para terminar deseando “que en el futuro nuestros corazones se encuentren con amor y generosidad”.
En este caso, los alumnos no han declinado tomar el dinero del premio, pero sí comportarse con un mínimo de compostura y con pocos deseos de que las posiciones se encuentren.
Por supuesto que hay que ser reivindicativo con las injusticias, con las pérdidas de derechos o de pasos avanzados, pero creo que eso ha de hacerse en los foros adecuados y con las formas oportunas. No por gritar se consiguen más cosas, ni por ser grosero se alcanzan logros.
Es cierto que muchos pensamos que siempre habrá partidas secundarias a las que recortar en lugar de hacerlo en Educación. Es cierto que el ciudadano está desolado ante el panorama que les espera a nuestros hijos. Es cierto que ya llueve sobre mojado. Pero no es menos cierto que a ningún político le hace gracia tomar medidas antipopulares puesto que un partido vive de los votos. Como tampoco lo es que ante las imágenes de algunos alumnos casi arrebatando de las manos de las autoridades el “papel” con el reconocimiento a su trayectoria y despreciando de manera ostensible a las personas que representaban ese galardón, más que reivindicar hicieron sentir vergüenza ajena.
Decía Mahatma Gandhi que “La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo. ¿Qué otro libro se puede estudiar mejor que el de la Humanidad?”. Y, a veces, las lecciones que damos algunos humanos son como para pasar página rápidamente.