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Ana María Tomás

Escribir es vivir

MALAS NOTICIAS

Un amigo mío tenía un galgo de competición al que le puso el nombre de “Malas noticias”. Cuando le pregunté, extrañada, la razón de esa elección, él me contestó con el mayor de los convencimientos: “Porque las malas noticias corren que vuelan. Y así quiero que ocurra con mi perro.”

Y es verdad. Las malas noticias siempre son más veloces que las buenas. Y no sólo eso, sino que, incomprensiblemente, nos regodeamos en ellas, incluso cuando ya han pasado, como si nos conviniera mucho más mirar la vida por el retrovisor en lugar de hacerlo por la luna delantera. Aunque, también es cierto que, con los calores, hay como una bajada de guardia en esa búsqueda “desesperada” de llenar nuestra existencia de morbosa actualidad.

Ahora, como dice el villancico de la Nochebuena, se nos viene el tan traído y llevado desgaste matrimonial a consecuencia de la convivencia a todas horas de las parejas con motivo de las vacaciones. Y se nos va el manido trauma de la gestión posvacacional. Más que nada, porque cada vez son menos los que tienen trabajo a los que volver estresado después de descansar. ¡Que mandaba narices el tema…!

Malas noticias son, efectivamente, que una pareja durante todo un año apenas tenga tiempo de convivir por horarios de trabajo o responsabilidades paternales y que, cuando llegan las vacaciones no puedan mirarse sin encontrar en el otro a un extraño. Pero pocos o casi nadie habla de las buenas noticias que representan los placeres carnales y espirituales de vivir en pareja. No se trata sólo de tener a nuestro lado un cuerpo tibio, sino de sentirnos atados a la vida a través de él. Y en los momentos de flaqueza, en los innumerables miedos que nos pueblan poder abrazarnos a nuestro amado, respirar su aroma y llenarnos de confianza para tornar al campo de batalla. Se ha demostrado científicamente que los hombres que viven en pareja son más longevos y tiene mejor calidad de vida. No sé si eso servirá para las mujeres. Hasta ahora no se ha realizado ningún estudio con nosotras. Bueno, sí: uno que demuestra que las mujeres vivimos más. De hecho, no hay asociaciones de viudos, pero sí de viudas. Pero, a lo que íbamos, que no quiero volver a las “malas noticias”, vamos… malas noticias para los señores, seamos sinceras, que a nadie le amarga un dulce.

Claro, que hay malas noticias, basta con escuchar cualquier telediario o abrir un periódico. Unas son malas porque suceden cosas malas y otras porque el ser humano se empeña en sacar la peor parte de él, casi siempre contra el más próximo, pero la vida, el acontecer diario está lleno de buenas noticias. Cada amanecer viene colmado de cosas importantes y necesarias que hacen personas anónimas por otras más desfavorecidas, pero eso no sale en los periódicos, precisamente porque son buenas noticias.

Cómo negar que estamos hastiados de tantas malas noticias, de tanto sinvergüenza, de tanto robo, de tanto saqueo, pero no queremos darnos cuenta que, en infinidad de ocasiones, nosotros podemos ser tan sinvergüenzas o más que aquellos que señalamos con el dedo. ¿Quién no conoce a trabajadores que se escaquean de horas y horas de trabajo o que en su horario laboral son de todo menos honrados y leales a la empresa? Y, sin embargo, esas personas, incapaces de cumplir con su responsabilidad se permiten criticar al que sale en la tele porque ha robado. Sin tener en cuenta que tan ladrón es el que roba mucho, como el que roba poco… seguramente porque no tiene la opción de hacerlo a lo grande.

Así que… concluyamos consolándonos de que todo es relativo y de que puede que haya malas noticias. Y puede que muchos piensen que éstas superan a las buenas, pero no se dejen engañar, lo que ocurre es que las buenas son más lentas o más silenciosas, ya saben: las carretas vacías hacen más ruido que las llenas, pero en esto de las noticias, como en otras muchas cosas malas de la vida mantengamos, como decía Víctor Hugo, la primavera de la esperanza en el corazón, a pesar de los inviernos permanentes que nos habiten las entrañas.

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