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Ana María Tomás

Escribir es vivir

'Falso de toda falsedad'

“Falso de toda falsedad” fueron las primeras palabras que pronunció  Cuauhtémoc Gutiérrez, dirigente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el Distrito Federal, cuando una periodista tuvo la valentía de desvelar  la información que había logrado a través de una cuidadosa investigación: que los anuncios de trabajo en donde solicitaba empleadas como secretarias o recepcionistas para el PRI, en realidad, de lo que se trataba, una vez seleccionadas y aceptado el trabajo, era en obligar a dichas mujeres a mantener sexo con el dirigente de dicho partido político, por supuesto si querían seguir manteniendo el trabajo en el que acababan de ser aceptadas. Obviamente para la selección había unas normas que no eran precisamente el concurso de méritos académicos, sino la presencia y la belleza de las chicas. Si ustedes no han tenido la posibilidad de ver alguna imagen de este tipo, les sugeriría que buscaran alguna foto suya por Internet para que puedan hacerse una ligera idea de la inmensa náusea, del profundo asco que habrán tenido que soportar las pobres mujeres que se hayan visto en la necesidad suprema de mantener relaciones sexuales con el tipejo para poder mantenerse en ese trabajo. No he podido evitar que vinieran a mi memoria unas palabras que mi abuela solía decir ante la presencia de algún que otro libidinoso y que yo, como niña, entendí casi por revelación un día que me ofrecieron para comer ancas de ranas: “Si me atan a una cama, me desanco”. No soy capaz de imaginar la penuria o las razones que pueden obligar a una mujer a  pasar por semejante humillación. Sobre todo, porque cuando se presentaban en busca de esa solicitud lo hacían como trabajadoras para un puesto de oficina: “Excelente presentación laboral en oficina gubernamental” rezaba el anuncio, y lo último que imaginaban era que serían utilizadas como prostitutas al servicio de un cerdo -con perdón para los pobres cerdos- que, a todas luces, sólo puede mantener relaciones sexuales con sometimiento y dinero de por medio,  y no, no me refiero a su imagen, aunque les aseguro que es la viva estampa de Jabba el personaje de la película Star Wars,  sino por lo que ha demostrado que tiene en su interior. Vamos, que ni pelándolo se encuentra en él belleza interior. Además, no  crean que se trataba de “una” recepcionista y “una” secretaria, no señor, al parecer eran más de veinte pobres desgraciadas las que componían su particular harem. Pero la cosa no queda ahí, porque resulta que, para más inri, el dinero con el que pagaba su obsceno libertinaje pertenecía al Estado.

Dicen que los pueblos tiene los políticos o los dirigentes que se merecen. Pero yo no puedo estar más en desacuerdo con la frasecita de marras. Ningún pueblo se merece tener como dirigentes a personajes ególatras, narcisistas, sinvergüenzas, ladrones, corruptos…

Ojalá existiera una flauta mágica, como la del flautista de Hamelin, capaz de recorrer el mundo entero y que, al son de su música, todas las ratas inmundas que corrompen con su presencia y sus actos al resto del mundo y que hacen que los ciudadanos, hartos, decepcionados, desafectados de la clase dirigente, metan en el mismo saco a cínicos canallas y a honrados dirigentes; a justos e injustos;  a generosos y a miserables; a buenos y a malos políticos. Aunque en esto de los políticos… pienso como lo hace uno de mis amigos con respecto a la poesía: que no hay buena o mala, simplemente hay poesía o no la hay. Y de igual modo considero que no hay buenos o malos políticos, sino políticos o aprovechados de sus cargos, gentuza que entra en política no para servir al pueblo, sino para servirse de él. Y para eso no es necesario que nos vayamos tan lejos…

No es nada nuevo bajo el sol lo que el capullo del mexicano del PRI ha hecho: desde la noche de los tiempos se ha hablado de la “erótica del poder” que, por arte de birlibirloque, convierte, a los ojos de quienes pueden beneficiarse del mando (y no del mando a distancia, precisamente), a auténticos sapos en atractivos príncipes. Y también sabemos que, cuando el birlibirloque falla, funciona el dinero, la presión o la violación,  según sea el payo y el terreno que pise. Claro que lo sabemos, pero eso no es óbice para que mantengamos nuestras conciencias anestesiadas con la idea de “¿qué le vamos a hacer… si siempre ha sido así?

Decía ya Tácito que “En un espíritu corrompido no cabe el honor”. Y digo yo que, si hemos sido capaces de encontrar remedio a terribles enfermedades que son ya un recuerdo, por qué no emplearnos con las mismas ganas en hallar la vacuna que haga desaparecer a tanto corrupto.

 

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