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Ana María Tomás

Escribir es vivir

Un nauseabundo alcahuete

¿Conocen esa sensación de estar viendo u oyendo algo y no poder dar crédito al mensaje que sus ojos u oídos le están enviando al cerebro? Esa sensación de “no puede ser cierto”, de “no me lo puedo creer”, pues eso experimenté hace unos días viendo uno de los programas de “Hay una cosa que te quiero decir”. Les sitúo: hasta allí fue un tipo que quería dar un mensaje a su mujer. Quería pedirle perdón por haberla coronado con una cornamenta de haztepallá. Pero no. No vayan a creerse que era una cornamenta de una noche de café, copa, puro y desenfreno. No. Nada de eso. Resulta que al payo, hace más de cuatro años, se le calentó la entrepierna con una piva colombiana con dos hijas. Y, ni corto ni perezoso, le dijo a su mujer y a sus cuatro hijos: “Si te he visto no me acuerdo”, se largo con la colombiana y adoptó legalmente a las hijas de esta. La susodicha, treinta años más joven, le chupó la sangre y los ahorros, amén de otras cosas, y, cuando lo dejó pelao, le dio una sonora patada en el culo. El payo, con el rabo entre las piernas, volvió compungido y “arrepentiiiiido”. Su familia se condolió de la situación de abandono del gilipuertas y, no sólo lo perdonó, sino que aceptó encargarse de las niñas de las que, legalmente, era su padre. Durante dos años las cuidaron, alimentaron y educaron. La mujer incluso dijo que las bañaba ella.  Hace cinco meses, una vez saneada y engordada de nuevo la cuenta bancaria, a la colombiana le entró de nuevo el “amolll” y él, tras la cena familiar y armónica de Nochevieja, con toda su familia, incluidas las niñas adoptadas, le regaló a su mujer, como obsequio de año nuevo, un “ya no te quiero y me voy con mi mujer y mis hijas” cito textual.

Hay palabras que para una mujer, y más si es la esposa de quien las pronuncia, pueden resultar afiladas espadas capaces de hacer trizas hasta el alma más acerada y resistente.

La mujer, la ofendida, puso tierra de por medio y se marchó desde Barcelona a un pueblito de su Cádiz natal. Y ahora es cuando comienza la cosa, ahora, el gilipollas, una vez que la colombiana ha vuelto a sacarle el saín y a dejarlo tirado como una colilla, ha llevado a su mujer al programa para decirle que la quiere “munnncho”, como la trucha al trucho, y que quiere volver con ella.

La pobre cornuda, intentando beberse las lágrimas como mejor podía, dijo que ya estaba bien de perdonar y que ella no era un juguete al que se tomaba o dejaba cuando le viniera en gana. Y que esta vez, nanay del Paraguay. Y es entonces cuando entra en acción el presentador de los… cataplines para insistir, e insistir, e insistir hasta la náusea pidiendo que lo escuche, que lo perdone, que lo entienda, que le dé una nueva oportunidad.

A mí, de escucharlo, me iba subiendo una rabia como una boola de nieve inversa que me atenazaba la garganta y me obligaba a lanzar recordatorios poco gratos a la madre del presentador. ¿Quién escuchaba a la mujer? ¿Quién entendía a la mujer?

No comprendo la falta de empatía de algunos seres humanos con otros. Es algo que no entiendo, ni justifico, pero soy capaz de respetarlo. Lo que ya me cuesta mucho trabajo respetar es la falta de respeto. Y el presentador Jordi González hizo gala de una ostensible falta de respeto a la mujer y a la Mujer. Hasta el final, incluso después de que la señora se levantara y se marchara de allí sin querer saber nada del imbécil  del marido (porque hay que ser imbécil para tropezar tantas veces en la misma piedra) animó al marido a que siguiera insistiendo y que aprovechara que trabajaban juntos en el restaurante que ambos, codo a codo habían levantado tras toda una vida de intenso trabajo, para darle caña mental a la mujer.

Yo me pregunto si el presentador actual tendría redaños para aguantar las humillaciones que la mujer llevaba aguantando. Estoy segura que Jorge Javier Vázquez, quizá por ser homosexual, hubiera tenido mucha más empatía con la mujer y le hubiera dado carrete al marido desde el primer momento que ella hubiera dicho “arrivederchi”. Sin embargo, tristemente, podemos constatar que bajo apariencias de “hombres de hoy”, modernos y muy por la labor de luchar por los derechos de los demás… se esconden machistas para quienes algunos derechos de las mujeres no deben prevalecer por encima de los del tonto del culo que les haya tocado en suerte, sino que han de seguir aguantando lo inaguantable. Amos, anda.

 

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