El cura de mi parroquia, desde que los médicos alertaron del problema que había con la gripe A y de cómo se contagiaba la gente con el simple gesto de darse la mano, cuando en la Eucaristía llega el momento de la paz simplemente dice que la paz esté con vosotros y chimpúm. Nada de darse la paz manoseándose. A fin de cuentas, si la sientes en el corazón sobra, porque todo lo que hagamos llevará implícita esa paz, y si andamos endemoniados… por mucha milonga de mano que demos, tatarí. Y qué quieren que les diga, pues que a mí, que soy una tiquismiquis de tres pares de narices, eso me encanta. Personalmente creo que no añade nada el mezclar las bacterias personales que habitan en nuestras manos como Shigella, Staphiloococcus, Streptococcus, Klebsiella, Proteus, Haemophilus… etc, etc. etc. con las que habiten en las manos de nuestro prójimo. Que digo yo que bastante tenemos con las diarreas, infecciones de oído, de vejiga, de pulmones, de garganta… que nos proporcionen las nuestras. Vamos, que es una ventaja no tener que andar con el rabillo del ojo escrutando las veces que el vecino de banco (y no el de los cuartos) anda rebuscando vaya usted a saber qué en su nariz, o comprobando las veces que se coloca la mano ante su boca para toser o estornudar y ofrecérnosla minutos después cargadita hasta de cocodrilos.
Yo reconozco que soy bastante asquerosilla, sin llegar a los extremos de los maniacos compulsivos, que andan lavándose las manos a cada momento hasta desgastárselas, sí que lo hago con relativa frecuencia y cuando entro a un aseo público salgo con las manos levantadas cual cirujano a punto de acometer una operación a corazón abierto abriéndome paso a caderazo limpio antes de poner mis manos sobre manivela alguna.
Y puede que alguno de ustedes me diga que es igual de escrupuloso que yo, así que, sin ánimo de amargarles el día tengo que compartir con ustedes una noticia que no por sabida deja de ser útil el recordarla: resulta que los carritos de los supermercados tienen más bacterias que un retrete. Y ahí estamos nosotros: empujándolo con una mano y agarrando comida con la otra. Sí, señor, con un par. Y luego, hala, todo al frigo: alimentos cocinados con crudos, huevos y fruta mientras baila entre ellos un aire cargadito de bacterias que se reparten y depositan por igual en todos los alimentos. La explicación estrella de la cosa es que vivimos y sobrevivimos porque nuestro sabio organismo ha sido capaz de adaptarse a esos bichillos microscópicos con los que cohabitamos. Yo recuerdo que, hace algunos años, mientras esperaba en una consulta médica, un gitanillo rebozaba su chupete por cuanto había por el suelo para llevárselo después a la boca, como lo del tema del asquito me viene de lejos no pude reprimir un gesto de espanto al tiempo que le advertía a su madre lo que hacía la criatura. La mujer me miró como si le hubiera avisado de la hora que era. Y casi en un gesto de conmiseración que intuí e intentando que borrara de mi cara el asombro, le quitó al crío el chupete ya de la boca, se lo introdujo en la suya, lo chupó varias veces y se lo volvió a meter a la boca del zagal. Toma ya. Vacunado e inmunizado “patos los siempres”.
En mi particular cruzada contra las bacterias, lo último que sé es que por nada del mundo deberíamos tocar un móvil mientras comemos, al parecer vendría a ser como pasar la lengua por el suelo de un wáter público, sin embargo, ahí estamos todos sin dejar el aparatito ni para echarnos comida a la boca.
No es que siendo demasiado maniática de la higiene y de la limpieza tengamos asegurada una orden de alejamiento de las bacterias porque en esto de los intercambios… gastronómicos, sin ir más lejos, hay que ver la cantidad de cosas que nos metemos entre pecho y espalda sin saberlo, obvio compartir con ustedes algunas experiencias vividas que les harían alucinar en colores, y no me refiero sólo a tascas sino a hotelazos de cuatro estrellas, aunque estoy segura de que todos ustedes tendrían otras para compartir conmigo. Lo que ocurre con esto, por ejemplo, es que ojos que no ven bacteriazo que no siento… de momento, porque luego dice: “aquí estoy” y puede que nos pase como aquel que le preguntó al médico si podía bañarse con diarrea. Y el médico le contestó: “Hombre si tiene suficiente”. Ventaja: los intestinos quedan superlimpios y nosotros con algún kilo menos para transportar en nuestra anatomía. No todo van a ser desventajas.