>

Blogs

Ana María Tomás

Escribir es vivir

Estamos muy hartitas

Se han realizado experimentos en donde un grupo de personas estaban de acuerdo en hacer creer a otra (conejillo de indias que nada sabía) que veían algo inexistente. El sujeto del experimento al principio se resistía a aceptar lo que supuestamente veían los demás pero no él. Sin embargo, ante la fuerza, ante la insistencia del grupo, terminó por claudicar y admitir que él también veía lo que era imposible que viera. ¿Y por qué digo esto? Pues porque una “supuesta” fuerza de grupo de presión sigue y sigue y sigue esclavizando a la Mujer a través de su cuerpo. A través de obligarla a tener y a mantener (pese a embarazos, partos y postpartos) unas medidas imposibles, un peso ridículo y una apariencia irreal. Y digo “supuesta” porque manda narices que esa “fuerza” la constituyan cuatro pelagatos modistos o unos cuantos zafios del tres al cuarto. Insisto, por tanto, en supuesta porque, si hablamos de fuerza, somos más, infinitamente más, las mujeres y los hombres que nos aceptan y nos aman con kilos y arrugas que esa estúpida y canalla minoría que nos imponen esas esclavas normas. Y lo digo porque hace unos días volvió de nuevo el escándalo a las pasarelas de Milán con la escualidez que mostraban las modelos que desfilaron para Giorgio Armani. Y Tania Llasera, una de las presentadoras televisivas que ha dejado de fumar y, por ello, ha engordado unos cuantos kilos, ha tenido que soportar todo tipo de insultos y groseras expresiones como: “¿Es que te has comido un rinoceronte?” ¡Es de locos! Una mujer entrada en carnes y hasta gorda, es decir, con sobrepeso, puede seguir siendo tan sensual o más que un saco de huesos. Pero hasta lo de ser un saco de huesos también carecería de importancia (ahí tenemos a “La flaca”, de Jarabedepalo) si eso fuera por pura constitución o por que le dé la real gana de ser flaca, pero nunca porque se lo imponga nadie y mucho menos porque tema recibir insultos de cerriles unidos por el mero hecho de engordar un poco.

Más de una vez me he preguntado cómo fue posible que ocurriera la barbarie que ocurrió en los campos de concentración nazis, cuando apenas unos soldados custodiaban a todo un pueblo judío. La respuesta, más que el miedo a ser atravesado con una bala -a fin de cuentas caerían unos cuantos de los primeros pero los de detrás podrían haberse hecho con los soldados- creo que fue la sumisión. La aceptación. El no rebelarse. Y eso mismo es lo que estamos haciendo las mujeres, lo que seguimos haciendo las mujeres, que pasamos de un tipo de esclavitud a otro sin despeinarnos, sin apenas alzar la voz. Vale que alguna, muy de tarde en tarde, diga que las cosas no pueden seguir así, pero de qué nos vale si otras mujeres son capaces de cometer cualquier barbaridad (hasta tragarse una tenia) con tal de mantener la piel pegada al hueso.

Es desolador constatar que es casi una batalla perdida. Parece que avanzamos, pero no es verdad: la modelo Kendall Jener, hermana de Kim Kardashian, está sufriendo un fuerte acoso mediático acusada de gorda y de celulítica. Nosotras podríamos boicotear y dejar de comprarles a capullos modistos que jamás serán mariposa por mucho que se empeñen, pero que se atreven a decir a una mujer que gasta la talla treinta y seis que ellos no diseñan para cuerpos así, absolutamente literal: le ocurrió a Carme Chaparro. Nosotras, que tenemos el poder de auparlos hasta el éxito o condenarlos a la más absoluta ruina, no hacemos nada. Nos salimos de las tiendas con el corazón encogido o la moral por los suelos cuando comprobamos que no conseguimos encontrar el vestido adecuado para un acontecimiento determinado, pero a ninguna se nos ocurre arrimarle un mixto a los vestiditos para muñecas imposibles que siguen confeccionando algunos de los que, para más inri, llamamos “grandes” modistos ¿grandes? no serán por el tallaje de sus prendas; ¿grandes? no será por su amplitud de miras a la hora de coser para la mujer real; ¿grandes? no será por el respeto que demuestran al cuerpo de la Mujer.

Precisamos una conciencia social colectiva femenina y masculina para poder cambiar esto de una puñetera vez y para siempre. Los hombres reales quieren mujeres reales con carne de verdad sobre la que depositar su amor y quieren hijas libres y felices y ninguna niña puede aspirar a serlo de mayor si la hacen desaparecer tras un burka de huesos y además tiene que fingirse complacida de exhibirlos.

 

 

 

Temas

El blog de Ana María Tomás

Sobre el autor


septiembre 2014
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
2930