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Ana María Tomás

Escribir es vivir

El sindicato de las escobas

Vale.  Además de aceptar oso como animal de compañía (seguro que muchas mujeres mirando a sus maridos no tienen mucho problema con ello), aceptamos que Dios también camina por las cocinas y por las tareas menos gratas del trabajo doméstico, pero lo cierto es que si un día las escobas deciden organizarse en un sindicato lo vamos a tener muy crudo, bueno las escobas, los estropajos y demás utensilios caseros de limpieza porque no les damos tregua.

Con los calores son bastantes las familias que teniendo casita en la playa o bien alquilando deciden chuparse un extra de carretera (si es que todavía no tienen vacaciones) y venir a trabajar a Murcia con tal de poder estar en la playa unas horas. Pero también son muchos los abuelos que teniendo ya la jubilación piensan que pueden pasar un par de meses dándose algún bañito tranquilo. ¿Tranquilo? Ya antes de ir a la playa, los hijos “siempre tan generosos con ellos” comienzan a planificarles las vacaciones: “Mamá, que digo yo que como Pencho y yo trabajamos… pues que podríais llevaros a Ivan y a Yoli a la playa. Que ya me ha dicho mi hermano que os lleváis a sus tres nenas, junto a los gemelos de mi hermana Mariola. Sí, ya sé que me vas a decir que los otros tienen entre cuatro y siete años mientras que Iván no llega a los dos años y Yoli sólo tiene nueve meses… pero donde se cuidan cinco, se cuidan siete, ¿verdad, mamá?

Y la pobre mamá se debate entre el amor incondicional a su prole, la dolorosa decepción de sentir que para sus hijos no es más que un mero instrumento al que esclavizar y las ganas de mandar a sus nenes a la mierda y largarse donde ni Lobatón tenga narices a encontrarla. Siempre abominó de ese espantoso refrán que aconseja que “Al viejo y al bancal lo que se le pueda sacar” y recuerda cómo ella miró siempre por el bienestar de sus padres, aligerándoles la carga todos sus días desde que tuvo uso de razón. “Pero antes a los padres se les respetaba” piensa. “O sería porque no había tanta historia de vacaciones y playa” zanja para sí misma.

Podría decirles a ustedes que es un poema verlos bajar a la playa, pero realmente lo que siento cuando los veo es que estoy contemplando una injusticia enorme: lo hacen formando un trenecito, cargados de “arpechuques”  de todo tipo y para apenas un par de horas,  puesto que hay que cuidar que no se quemen y luego hay que ducharlos, preparar comidas, papillas y biberones. Al trabajo de cuidadora veinticuatro horas se suma el de chacha horario funeraria.

Alguna cínica “amiga” tuvo la desfachatez de enviarle varios mensajes al teléfono dándole a entender la envidia que le daba de que ella pudiera estar en la playa, tranquilita,  mientras que otros se freían al sol de Murcia ¡Manda huevos! Así como si el sol de la explotación quemara menos.

Las amas de casa, por regla general no tenemos vacaciones, marchar a la playa, a casa propia o alquilada, no es más que cambiar el lugar de trabajo de la escoba y del estropajo. Y, a no ser que nos vayamos a un hotel donde nos pongan y nos quiten todo,   hablar de vacaciones es jugar a “vamos a contar mentiras, tralará”. Pero añadir a eso el trabajo disparatado que dan los niños y la responsabilidad enorme de evitar que nada malo pueda sucederles es convertir a los abuelos, sobre todo, a las abuelas en mártires inmoladas.

Sobra decir las simpatías y la solidaridad que han despertado entre las sombrillas vecinas el esfuerzo de los abuelos, es lo que tienen las playas recoletas habitadas por abuelos: se crea una corriente de solidaridad, mas por aquello de “Cuando las barbas del vecino veas pelar…” que por lo “Hoy por ti y mañana por mí”. Unos y otros nos aplicamos a echarles una mano cuando aterrizan en la arena, cuando levantan vuelo y en el momento cumbre del reparto de fruta. Pero yo he ido un paso más en mi generosidad por ayudarlos: les he sugerido que vendan la casa, que no digan una palabra a nadie, y que se larguen con viento fresco o cálido alrededor del mundo. Porque, es cierto que si las escobas hicieran un sindicato donde reclamar derechos las pasaríamos canutas, pero… ¡Ay!, señores míos, el día que los abuelos se decidan a reclamar los suyos… el meteorito que hizo desaparecer a los dinosaurios  iba a ser “na” para lo que podría ocurrir en el mundo.

 

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