A ver, ¿alguna mujer me puede decir, con la mano en el corazón, si se haría un consolador que llevara dentro las cenizas de su marido? Y aprieto un poco más ¿alguien lo utilizaría? ¡Por Dios, por Dios! que se nos ha ido la olla del todo y, por si hubiera alguien que aún la tuviera medio sí, medio no, viene un “presunto colgado” -que las palabras las carga el diablo- a incidir en que también la pierda. Les explico: resulta que un artista alemán Mark Sturkenboom ha tenido la brillante idea de crear un vibrador de cristal transparente (que esa es otra, no hay que echarle valor ni “na”) con una bala dorada (¡bala!) en su interior en la que hay 21 gramos de ceniza del amado. Ya saben que supuestamente 21 gramos es el peso del alma. Todo esto con la presunta idea de poder seguir intimando con la pareja desde el más allá. ¿Qué me dicen? Este chico tuvo que ver el “Imperio de los sentidos” en la noche de los jalogüines de los tegumentos. La cosa es así: “Se presenta en una caja musical blanca, junto a un difusor de perfume. En el difusor está su colonia, la que él se ponía todos los días. Olerla hará que su ausencia parezca aún un mal sueño”. Como habrán observado va entre comillas, yo no podría escribir semejante gilipollez.
Dice el artista que tuvo la brillante idea cuando escuchó a una ancianita viuda (lo de la inspiración con la ancianita suena un poco a recochineo) “hablar de las cenizas de su esposo, sin obtener respuesta ninguna”. Tal y como leen ¿cómo se les queda el cuerpo? Vamos, que las respuestas que va obtener del cacharrín de marras le van a solucionar a la pobre mujer todas sus penas. Si hubiera escuchado como yo a otra ancianita que decía que su marido estaba en el Cielo y ella en la Gloria, seguramente habría inventado el vibrador con alas. Yo, de verdad es que alucino. Me encanta mi propia capacidad de sorprenderme. Cuando creo que ya nada podría descolocarme, me acuerdo de una noticia como esta y se me caen todos los palos del sombraje.
La noticia hace hincapié en lo importante que sería lograr el conjunto de los diferentes momentos nostálgicos: como el olor de su perfume, su música -porque la cajita musical, teóricamente, llevaría las canciones de ambos- y los recuerdos en común que la llevarían a tener una noche íntima con su amor otra vez ¿Otra vez? Manda huevos, comparar una noche de amor con el amado vivo y coleante con una cápsula de cristal.
A ver, que alguien me lo explique ¡por favor! No voy a quedarme en el aspecto religioso del Génesis de “Polvo eres y al polvo volverás”; ni en la melancolía de las rimas de Bécquer de “¿Vuelve el polvo al polvo? ¿Vuela el alma al cielo?”; ni siquiera en la archifamosa película de Ghost que nos explica, muy a lo americano, que hay que dejar que los muertos se vayan al Cielo o con las sombras según se hayan organizado por estos lares, no, voy a quedarme con las consultas de psicólogos llenas de dolientes que han perdido a seres amados y no saben cómo gestionar la pérdida y el dolor; y me voy a quedar con el sentido común, y no, no me digan la trillada frase de que es el menos común de los sentidos… Ya sé que cada cual puede hacer lo que le venga en gana con lo suyo, pero… ¿hasta qué punto nos pertenecen nuestros amados? Mucho más para plantearnos esa pregunta con sus cenizas.
El invento está a la venta en una página a nombre del susodicho artista. Y la ventaja para quienes están dispuestas a hacerse con el aparatito es la del anonimato a la hora de enfrentarse al pudor de la compra, aunque hay que reconocer que no es lo mismo hacerse un dije con una foto y un mechón de pelo que un consolador con las cenizas del amado. Que sí, que ya sabemos que el sexo mueve al mundo, pero así nos van las cosas. Una frase falsamente adjudicada al Dr. Varella dice que: “En el mundo actual, se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se acordará para qué sirven”. Ni siquiera con recordatorios paseos por el cementerio.