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Ana María Tomás

Escribir es vivir

CAMBIEMOS EL MUNDO

Mi amigo, el insigne  profesor Guzmán Ortuño, siempre ha mantenido la premisa de que hay que  hablar bien de los demás, aunque no se enteren nunca, porque eso, de alguna manera, les llega, es captado por la persona en cuestión. De igual manera, cuando largamos pestes de otros, sin saber muy bien de qué forma, también aquellos lo perciben. Hace largo tiempo leí un libro sobre el poder creador de la palabra. Ya sabemos los cristianos que al principio fue la Palabra la que creó el mundo. Un mundo que parece y “solo” parece cada vez más criminal y deshumanizado. Y digo “parece” porque, a la vista de los últimos acontecimientos, está claro que el ser humano es capaz de responder en la misma medida de amor y generosidad que el odio haya producido.

 

Lo sabemos aunque lo hayamos olvidado:  a los conflictos armados  -ahora se llama así a las guerras abiertas y despiadadas-  que intentan barrer de la tierra a pueblos enteros sólo porque no pertenecen a la etnia o religión de los asesinos, otros responden arriesgando sus vidas para salvar a gentes que nada tienen que ver, en modo alguno, con ellos: misioneros, monjas, médicos, personas que creen que ayudar a los demás no forma parte de religión alguna, familias acogedoras de otras que lo han perdido todo…

Lo que no sabemos o hemos olvidado es que la palabra sigue creando y que, cuando maldecimos o deseamos en nuestro corazón la muerte o el mal de alguien,  eso no queda ahí, en realidad estamos generando una batería de maldad, de energías nefastas que se mantienen como una nube en el universo y que, cuando hay muchas nubes juntas, siempre existe alguien dispuesto a ser el “productor” de esa tormenta y a llevar a cabo lo que tantos otros ha estado largando de “boquini”. Es decir, es posible que nosotros no tengamos agallas o mala sangre para cometer un asesinato, pero en cambio hay alguien que sí las tiene y con todos esos malos anhelos latentes por ahí… pues son como una especie de aspiradora dispuesta a tragar la fuerza necesaria para realizarlo.  ¿Que es una estupidez lo que acabo de decir? Es posible, pero no me negaran que es una buena teoría para explicar el caos que nos rodea. Hagan una prueba: por unos días, sólo por unos días, intenten controlar las veces que rajan sobre el vecino, la familia, el coche que va delante, los políticos… las veces que salen de sus bocas improperios y las que salen bendiciones… Pensar que es una estupidez que las malas energías actúen así, sería lo mismo que hacerlo de unas ondas que no vemos pero que nos permiten hablar por un aparatito llamado móvil, o que logran que podamos ver imágenes televisivas de alguien que se encuentra en la Conchinchina. La energía está. Y como aprendimos de niños “Ni se crea ni se destruye, sólo se transforma”.

 

Ya está bien de culpar a Dios de todos los desastres que organizan nuestras bajas pasiones. El Reino de Dios no es de este mundo, pero en este mundo estamos nosotros para cambiarlo y estamos viendo que podemos hacerlo, aunque muy lentamente. Ante la crisis de los inmigrantes sirios, las gentes de a pie, la infantería de la humanidad se ha puesto a ofrecer sus casas y sus alimentos. Cuántas vidas se han perdido por la generosidad de salvar a otras… de morir ahogadas o de un incendio. Algunos bomberos en el atentado de las Torres Gemelas -por ser uno de los ejemplos más conocidos- murieron por no rendirse a dejar de sacar víctimas de dentro, anteponiendo las vidas ajenas a las propias.

Bendice a tus enemigos, nos dice Jesús en el Evangelio, como si eso fuera posible  ¿verdad? Sin embargo, es el amor lo único que puede detener la enemistad. Si enfrentamos el odio con el odio solo tendremos una espiral de maldad. Ya sé que es misión imposible, que esto suena a perorata pero, créanme, sólo gestionando adecuadamente las concentraciones de energía negativa que enviamos al universo cada día ya sería “Un gran paso para la humanidad”. En el ser humano pugnan dos lobos: bondad y maldad y siempre ganará aquel al que alimentemos.

El padre Oliver, un bendito franciscano, suele decir una frase de Péguy: “Nada es más destruido que aquello que es sustituido”. Cuando a la madre Teresa de Calcuta le propusieron que fuera a una manifestación en contra de la guerra, ella dijo: “Avísenme cuando hagan una a favor de la paz, entonces iré”. Tómese esto como una minúscula muestra de la importancia de sustituir el pensamiento, de dirigir a éste como el auriga que domina el vehículo que puede darle el triunfo o la muerte. Y no sólo a él. Por probar…

 

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