Me imagino que aquel que ideó la brillante afirmación “de que todo lo que sube baja” estaría, como poco, mirándose “sus partes” o pensando en la fluctuación de la temperatura -ya sea corporal o medioambiental-. Porque, desde luego, parte de lo que sube no solamente no baja sino que sigue subiendo y subiendo.
A veces quieren convencernos de que esa subida es buena porque con ello se evita que suban otras cosas -llámense males mayores-, por ejemplo, los precios prohibitivos que tiene el tabaco. Cuando empezó a dispararse su importe, los fumadores arrepentidos -“nada peor que ellos”, según mantienen quienes siguen fumando- defendían la idea de que todavía debería costar más. Claro que no mencionaban que a muchos les cuesta la laringe, el pulmón y el corazón. Por el contrario, para quienes siguen consumiéndolo, ni la dificultad a la hora de encender un cigarro en una zona permitida, ni los altos precios que esquilman las economías medias rebajan las ganas de consumirlo.
Todo lo contrario ocurre con lo que hemos dado en llamar “alimentación sana”, cuanto más ecológico, más bio, más natural y menos conservantes, colorantes y grasas enfermizantes…: más caro. ¡Manda huevos! Pero, ¿no quedábamos en que las subidas de precio son disuasorias para el consumo de la cosa en cuestión? Que estamos hablando de lechugas, canónigos y lentejas, no de caviar iraní.
Pero, claro, es que esto de ver las cosas según en el punto de mira en donde te sitúes es complicado, sobre todo mantener una coherencia mínimamente aceptable. Que se lo digan, si no, a la señora alcaldesa Ada Colau que ha pasado de fomentar huelgas a diestro y siniestro, a verlas, nada más y nada menos, que “desproporcionadas”. Y es que una cosa es predicar y otra dar trigo.
Vale, aceptemos, por tanto, “contradicciones” como animal de compañía a la hora de aplicar mecanismos que defiendan al individuo, a la sociedad y hasta al medio ambiente. Y quedémonos tan tranquilos. Solo así se puede admitir, sin llamar a un facultativo que nos coloque una camisa de fuerza, que el precio de la gasolina que llena el depósito de nuestro coche no se cantee, tanto si el importe del barril de crudo se dispara hasta enredarse San Pedro con los precios, como si por miedo a una desaceleración económica global caen en picado. Vamos, que da igual. Que no se nota en el bolsillo del contribuyente cuando baja. Es que ha bajado de ciento treinta euros, a treinta, nada más y nada menos. Eso sí, si mañana subiera unos euros, verían ustedes el tiempo que tardaba en darnos aviso la manguerita con la que llenamos el depósito.
Decían los pobres sufridores de las huelgas de metro, trenes y autobuses de Barcelona que no podían hacer otra cosa que formar atascos kilométricos con sus propios vehículos: las distancias para desplazarse desde sus domicilios al trabajo son considerables. Aunque, francamente, la señora Colau, tan dada a arengar y a catequizar en ese difícil arte de las “contradicciones” ha perdido una ocasión de oro para demostrar sus dotes batalladoras convenciendo de qué quince o veinte km. para ir de un sitio a otro, apenas son un par de horas andando a buen ritmo. Lo cual reforzaría los pulmones, movería el corazón, se disfrutaría del aire mañanero “libre de toxinas”, se reforzaría el sistema inmunitario, etc. Es decir, un montón de ventajas que muchos se pierden porque utilizan el coche hasta para ir al retrete. Que, por otra parte, al no hacerlo contribuyen a conservar esa especie de locura mantenida de precios del crudo, independientemente de su precio de coste.
Imagino que una buena medida sería empezar a poner en marcha seriamente las alternativas eficaces al crudo, porque parece ser que pedir la reducción del impuesto que grava los carburantes no haría sino incentivar su consumo. Y vendríamos al mismo remedio absurdo que con el tabaco, o la comida sana, aunque sus usos sean tan dispares.
Algunas de las cosas que suben suelen bajar -con el tiempo, claro- por ejemplo el tipo de éxito que han disfrutado politilailos como el “Honorable” Puyol. O el punto de candelabro que alcanzó la Pantoja. En cambio, ahí tienen ustedes la espuma nauseabunda por la que suben y suben algunos personajillos de programas basura.
Y dado que lo único que realmente sube y baja de manera cíclica y estable son los biorritmos, yo de ustedes esperaría a tenerlos altos para volver a leer las noticias sobre “contradicciones”.