>

Blogs

Ana María Tomás

Escribir es vivir

El problema de Pablito

Jugando a los axiomas diremos que todas las personas impuntuales tienen un problema. Pablo Iglesias -manda narices que quien tiene todos los visos o las ganas de cargarse al partido socialista venga a llamarse igual que quien lo fundó allá por el 1879- es impuntual, diremos impuntual por no decir grosero, luego, Pablo Iglesias tiene un problema. Llegó tarde a la ronda de consultas con el Jefe del Estado tras las primeras elecciones. Llegó tarde, tras las segundas, con el Presidente en funciones. Y ha confirmado su impuntualidad llegando tarde a la sesión de nombramiento de la Presidente del Congreso. Que digo yo que alguien tendría que decirle que va en representación de quienes lo votaron, no de él mismo. Menos mal que yo no lo voté. No me gustaría que me representara alguien tan… “irrepresentable”.

Partamos de la premisa de que yo soy enfermamente puntual. De esa asquerosa puntualidad llamada británica.  Suelo llegar siempre unos minutos antes de la hora en la que haya quedado, no me importa esperar, al menos hasta la hora acordada porque  tras los diez o quince minutos de cortesía en el retraso empieza a metérseme una mala leche insoportable. Y, si voy de invitada a alguna casa suelo llegar con tanta puntualidad que he de aguardar a que se haga la hora señalada para tocar al timbre, por regla general coincidiendo con el campanario más próximo. Dicho esto, quede claro y vaya por delante que la impuntualidad no es algo a lo que pueda dedicarle demasiadas disculpas, es más, me parece una descortesía y una falta de respeto inmensa, el tiempo vale lo mismo para unos que para otros, aunque para falta de respeto, y siguiendo con el problema de Pablito, la vestimenta que lució el chaval para presentarse ante el Jefe del Estado, sobre todo, después de haber dejado claro que sabe utilizar el protocolo en la pasada gala de los Goya. Sin comentario.

Según la psicología hay dos teorías diametralmente opuestas sobre los impuntuales: por una parte se trataría de personas sumamente optimistas, capaces de realizar, sobre todo con el pensamiento, las mil y una tarea; piensan, por tanto, que son capaces de estirar el tiempo, seguir con lo que tengan entre manos y, finalmente, llegar a su hora a la cita que tengan acordada. La otra teoría mantiene la idea de que quienes llegan tarde sistemáticamente esconden un ego como una catedral, vamos, que les gusta llamar la atención y se sienten importantes haciendo esperar al personal y dando la nota, sin pensar, ni por un momento, que quienes los esperan en lo último que piensen  sea precisamente en verlos importantes, porque la impuntualidad la imagen que da es de desorganización y de incapacidad de programarse el tiempo, además de que, en ocasiones, puede resultar sumamente comprometido, les cuento: En un pueblito que, durante veinte años ha estado el mismo cura al frente de la única parroquia, se organiza una fiesta para despedir al apreciado clérigo por su traslado. Mientras hacen tiempo para que llegue el alcalde, tardón por naturaleza, el sacerdote comienza a adelantar su discurso rememorando la sorpresa que se llevó nada más llegar a aquel lugar: “¡Dios mío!,  pensé que había llegado a una sucursal de Sodoma y Gomorra: el primero que se confesó conmigo no se dejaba ni un solo pecado sin cometer. Por suerte comprobé que no todos eran iguales”.  El discurso terminó y ya en los aplausos llegó, por fin, el alcalde. Este, tras unas breves palabras de disculpas, apuntó orgulloso que él había tenido el honor de haber sido la primera persona que se confesara con el cura nada más llegar al pueblo. ¿Qué les parece? Pues eso puede pasarle a más de uno.

Dicen que “La impuntualidad es un don del que solo gozan los desconsiderados”. Pero don o no don “Llegar a tiempo a las citas es deber de caballeros, cortesía de reyes, obligación de cortesanos, hábito de gente de valer, costumbre de persona bien educadas. Quienes se hacen esperar en sus citas, revelan debilidad de carácter, pésima educación y un desprecio absoluto por sus semejantes”.

Y miren ustedes, mal me parece en cualquier ciudadano de a pie todo eso de la descortesía de la impuntualidad… pero para alguien que aspire a liderar, no llegar a caballero, a cortés, a tener valor de valer no de valentía… y mostrarse sin pudor como un auténtico maleducado no puede servirle como una buena carta de presentación, a no ser que quienes admitan esas credenciales sean… vamos, ya me entienden ustedes.

 

Temas

El blog de Ana María Tomás

Sobre el autor


julio 2016
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031