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Ana María Tomás

Escribir es vivir

Víctimas invisibles

Hace unos días vi unas imágenes que actuaron en mi sangre como un soplete: la incendiaron por entero. El fuego corría por mis arterias, calcinaban mi corazón y seguía ardiendo por mis venas. Si ya cualquier injusticia tiene el poder de alertar lo que de humanidad habite en cada uno de nosotros, ver un compendio de imágenes de maltrato a vulnerables ancianos en un noticiero es apelar a lo que de desagravio justiciero podamos albergar.

Las imágenes habían sido tomadas con cámara oculta en las habitaciones de los ancianos. Sus “cuidadoras” ¡Madre mía, cuidadoras! Los golpeaban sistemáticamente cada vez que necesitaban ser cambiados, levantados, acostados… una incluso agarraba de los pelos a una anciana y le aporreaba la cabeza repetidamente en el respaldo del sillón una vez que ya estaba sentada. Los insultos que les proferían no eran menos dolorosos. Contuve el aliento y mis manos subieron a mi boca como si ese gesto tuviese algún hipotético poder de detener aquella barbaridad que estaba contemplando. Quiero entender que cuidar de un anciano por el que no te une nada ni sientes un mínimo de amor y que, además, está impedido para valerse por sí mismo o ejecutar las más elementales y básicas de las acciones como ir al baño, es decir, al que tienes que limpiar la caca no tiene que resultar apetecible a nadie, ni siquiera a las “Hermanitas de los desamparados”, que una cosa es la vocación y otra el masoquismo. Quiero entender que muchas personas que cuidan de otras en esas circunstancias lo hacen por una necesidad apremiante y con una falta mínima de misericordia apabullante. Pero no puedo entender ni mucho menos disculpar que no se busquen cualesquiera otros trabajos, aunque fuese arrancar pinos con los dientes, antes de aceptar un trabajo que las “obligue” a comportarse como una bestia inhumana. Claro está, a no ser que se trate de sádicos que buscan exactamente eso: un ser vulnerable sobre el que descargar su perversión de manera inmune. Y, desde luego, cuando se une todo eso a las “cualidades” de alguien que se dedica exactamente y de manera profesional a tener que hacerse cargo de personas dependientes… el resultado pueden ustedes hacerse una idea de cuál es.

Ya se sabe que hijos de puta hay a “puntapala”  en todos sitios y estamentos pero debería de vigilarse mucho más escrupulosamente a esta gentuza que, puede que los despidan de la casa del anciano al que han visto maltratado tan flagrantemente, pero no les pasa nada, no se les castiga por ello, se van de rositas a otra casa con otro anciano  sobre el que descargar sus frustraciones o su maldad a secas.

Decían las noticias que los médicos suelen notar, a veces, el temor de los ancianos ante sus cuidadoras, que no se atreven a responder a sus preguntas sin mirarlas antes, como si esperasen el permiso para responder al facultativo o como si supieran que han de mantenerse callados y dar tiempo a que sean ellas quienes respondan por ellos. Y creo que los médicos no están alertados lo suficiente como para detener desde ese preciso momento el sometimiento y el miedo del pobre anciano.

Me repugna un anuncio en donde se dice que hay que tratar bien a los niños, vamos, más que tratarlos bien se trataría de malcriarlos, porque ellos serán quienes elijan nuestra residencia. Me repugna sobremanera el mercadeo expreso de ese mensaje. A los hijos se les tiene que tratar con amor, pero porque solo se puede sentir amor por un hijo, no porque se tenga el deber ni, desde luego, porque luego serán ellos quienes nos pondrán a buen recaudo. Pero si ya resulta desnaturalizado maltratar a una criatura indefensa, tanto o más resulta el hacerlo con alguien que está al final de sus días, frágil, enfermo, vulnerable… Es verdad que no siempre la familia puede cuidarlos, pero sí puede siempre cerciorarse de ver en qué manos los dejan.

Según la OMS, la definición de maltrato a los ancianos es “un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza”. Según yo para  maltratarlos no es necesario ocasionarle ningún acto citado basta con mostrar indiferencia a los que les hacen otros, basta con dejarlos abandonados a su dolor. Basta con seguir permitiendo, sin atajar con medidas drásticas, la vergüenza y el deshonor de las imágenes que, desgraciadamente, tuvimos la oportunidad de ver. Basta con no hacer para maltratarlos.

 

 

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