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Ana María Tomás

Escribir es vivir

“Rompedores del silencio”

La revista estadounidense Time, que, desde 1972 distingue anualmente como personaje del año a quien haya destacado de manera especial y no siempre de forma positiva (sus personajes van desde Adolf Hitler al Papa Francisco), ha elegido este año en su suplemento especial como personaje del año a los “Rompedores de silencio”. Se trata de un reconocimiento a todos los hombres y mujeres, en especial muuuchas mujeres, que han decidido dar un paso al frente para denunciar públicamente los acosos y abusos sexuales de los que han sido víctimas por parte de personajes relevantes, aunque poco a poco se han ido sumando a esas denuncias otras de mujeres más anónimas con tipos totalmente anodinos aunque poderosos.

Dicen que se trataba de un secreto a voces y yo me pregunto por qué nadie oyó antes esas voces, por qué esa falta de misericordia, de compasión, de corporativismo incluso, o, por qué no lo gritaron antes esas mujeres. Algunas actrices han declarado que salieron por pies del despacho del ya denostado, defenestrado y canalla director de cine Harvey Weinstein -uno de los más afectados por el tema de “romper silencios”-, otras acataron una factura demasiado alta por realizar sus sueños, una factura sin saldar con la propia autoestima que ha ido acumulando intereses hasta reventar el saldo de lo aguantable. Es verdad que, para las mujeres sobre todo, en muchas ocasiones es imposible defender con firmeza los límites que deberían ser inviolables, la dignidad está muy bien como concepto y queda genial en la literatura y en las películas, pero la realidad es mucho más cruda: en una balanza pesa mucho más la supervivencia, el amor a unos hijos, la responsabilidad de una familia a la que hay que sacar adelante que la dignidad. Ocurre a veces que, momentáneamente, se calibran mal los objetivos, las metas, el propósito vital u otras cuestiones más superfluas y se piensa que también son dignas de tener más peso que esos límites… y ¿quién no ha estado alguna vez en esa tesitura para lanzar la primera piedra?

El péndulo de la revolución femenina, en muchos lugares de nuestro mundo, no ha llegado ni siquiera al centro en la conquista de logros que deberíamos tener asumidos como normales. Por suerte, hay personas que están predestinadas a cambiar la vida de otras y aunque tarde -imaginen la cantidad de mujeres que se habrían librado de las garras de directores, fotógrafos de modelos, empresarios, políticos, jefes y crápulas varios si las primeras se hubieran atrevido a gritar contra viento y marea la calaña de estos tipejos-, decía que, aunque tarde, es admirable que por fin se haya destapado la tapa de esa putrefacta alcantarilla.

“Rompedores de silencio” y desde que todo saltó por los aires a través de las redes sociales y la etiqueta “Me Too” (Yo También) cada día hay nuevas denuncias, tanto de mujeres como de hombres. Pero la realidad es que, como en Fuenteovejuna, todas las mujeres somos violadas cuando una lo es, la humanidad entera es violada cuando un ser humano lo es. Hasta ahora se ha llevado con vergüenza, en silencio, con miedo, casi con resignación el destino de ser violadas… ¿quién se iba a atrever a señalar con un dedo acusador a tipos “carismáticos”, exitosos y, desde luego, todopoderosos? Aunque fuera un secreto a voces. Aunque las mujeres se lo contaran entre sí y se sintieran “consoladas” compartiendo su terrible secreto. Pero… ¿de qué nos ha servido a las mujeres la comprensión o el afecto de otras si juntas no hemos logrado detener tanta ofensa a nuestra carne?

A mí no me duelen prendas en reconocer que, en determinadas ocasiones, la única justicia posible es el “ojo por ojo”, sí, ya sé que así acabaría tuerta media humanidad pero es que hay individuos que llevan muy mal eso de la empatía y se le haría un gran favor haciéndoles entender en carne propia el asco, la humillación, la vejación que han provocado en tantas ocasiones en carne ajena.

“Por haber revelado secretos a voces, por haber pasado de las redes de rumores a las redes sociales, por habernos obligado a todos a dejar de aceptar lo inaceptable, los que han roto el silencio son la persona del año”, ha argumentado el jefe de redacción de Time, Edward Felsenthal. Pues muy bien. Igual podrían haber elegido a quienes han estado oyendo esos secretos a voces durante tanto tiempo y han callado cómplices y cobardes. Ya sabemos que el Time distingue a quienes han destacado de manera especial. Y para destacar… nada como ese mirar para otro lado.

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