Me hizo mucha gracia la frase “El enemigo no descansa” que se adjuntaba junto a la foto de un inmenso roscón de reyes apenas amaneciéndonos el primero de año y aún con el atracón de gambas y polvorones de la noche anterior. Reenvié el WhatsApp a algunas amigas de las que, estaba segura, andaban ya con la neura de ponerse a dieta. Pero es que, pensándolo fríamente, es cierto que el enemigo no descansa y como, además, se nos ha metido, cual caballo de Troya, en nuestro propio territorio…, vencerlo es más que imposible. Y no hablamos ya de las tentaciones o ataques gastronómicos, que también, sino de aquellos que van directos a nuestro bolsillo, a nuestra mente y a nuestro idioma. Como no estamos en noviembre y ya hemos incorporado de tal manera a nuestra jerga y a nuestra mente el dichoso “jalogüín” de los cajones -con o- paso de ponerles a pensar en cómo semejante esperpento ha vencido a nuestra más rancia tradición “tenoria” y a nuestro sobrio respeto a los muertos. Paso también de centrarme en el “Blasfriday” y en el virus consumista que inocula nada más ponerte a pensar en la palabreja y en el bombardeo de anuncios y de “ofertacas” que dejaríamos perder por no comprar ese viernecito. Pero, la verdad, metidos en harina, no puedo dejar pasar el nuevo ataque que ya va introduciéndose con vaselina como la cosa más normal del mundo. Me estoy refiriendo a la denominación que recibe el lunes de esta semana o tercer lunes de enero: “Blue Monday” -y seguimos con los “palicos a la marrana” castigando nuestro riquísimo idioma- , vamos, “blumonday” o el lunes más triste del año ¡Tócate las narices! Al parecer esto es relativamente nuevo, vamos, de 2005, y se inventó para que una vez que nos diéramos cuenta de que ya está claro que no vamos a cumplir los propósitos que nos hicimos apenas unos días atrás, unido a la comprobación de todo lo que nos hemos gastado tontamente y de que estamos en plena cuesta de enero… ¡allá va la parida! nos pongamos tan tristes que necesitemos seguir comprando ¡¿Mande?! Pero si eso sólo se le puede ocurrir a algún descerebrado ¿Verdad? Pues no. Miren, no. Que resulta que los descerebrados somos todos los que como borreguicos dejamos que nos impongan un estado de ánimo. ¿Se han parado a pensar lo peligroso que es eso? Probablemente no. Y, sin embargo, son ya muchos los que se dejan arrastrar por ese sentimiento de superflua tristeza y, claro está, por los descuentos y la publicidad del “siga comprando”.
El pasado lunes los hospitales se llenaron de ingresos por urgencia de personas con gripe, infartos, accidentes… etc. Pero también sus puertas se llenaron de personas que salían felices tras un alta por un cáncer, un accidente, un infarto… y la mejor de todas las altas: las que se llevan un bebé en brazos.
Lo mejor de todo es que para denominar ese “aciago” lunes de tristeza lo han bautizado con el color azul. Hay que ser un poquito tontos, al menos para exportarlo. Seguramente no han escuchado la famosa canción de Raphael que dice que gris está la cosa cuando no se puede estar con la persona amada y que todo se vuelve azul con su
presencia (“Gris, gris, mi amor es gris, cuando me encuentro lejos de ti. (…) Mi amor se vuelve azul, cuando en tus brazos puedo soñar”). Claro que parece ser que para los ingleses estar azul es estar triste, si fuera el color gris, como la inmensa mayoría de sus días, sería como para volverse locos de abatimiento.
Yo no sé cómo no hacemos campaña para que todos los lunes, que según dicen los expertos, es un día un poco cuesta arriba tras disfrutar de las bondades del fin de semana, decía, para que todos los lunes sean los lunes verdes. Imaginen lo que sería comenzar los lunes enviando y recibiendo chistes verdes, sonriendo en el autobús o en los atascos, desentonando con los que sigan pensando en los “blusmondais”. Levantarse cantando la canción de Serrat de “Hoy puede ser un gran día” y lo mejor de todo: creérselo e ir por la vida imponiendo el estado de ánimo que nos dé la real gana de tener en lugar de alargarnos la cara porque alguien ha decidido que tenemos que estar triste porque toca, porque es el tercer lunes de enero y porque lo dicen ellos. Tantas perras como invierten los clubes de fútbol en jugadores… y entre todos no logramos un portero que nos pare algún gol de los muchos que nos están metiendo, “manda huevos”…