Personalmente creo que es infinitamente mejor las vísperas del gozo que el mismo gozo en sí, sea del tipo que sea. Las expectativas que generamos ante un acontecimiento que esperamos con ansia, con ilusión, con gozo superan, en ocasiones, al mismo hecho en sí. Digo esto porque hacía mucho, muchísimo tiempo que una buena parte de nuestro país no se emocionaba y vibraba de la manera que lo ha hecho con un programa de televisión que nos traía la voz, la sinceridad, y el amor de unos de jóvenes educados, cultos, generosos, auténticos y brillantes. Ha quedado demostrado que, por mucha chabacanería, ordinariez, pendones desorejados y mala educación que nos inunda, cuando aparece un mirlo blanco sabemos reconocerlo y valorarlo.
Confieso que me enganchó al programa de Operación Triunfo una de mis hijas. Y confieso también que he llorado de emoción viendo cantar a algunos de ellos. Dicen que “Dios los cría y la Guardia Civil los reúne”, aquí los ha reunido un programa de televisión y, poco a poco, hemos ido viendo el avance técnico de sus voces y el progreso de una primigenia admiración, entre un par de ellos, convertida en un amor de adolescentes tan limpio, tan sincero, tan tierno… que conmueve con solo la presencia en pantalla de Amaia y Alfred que son los protagonistas. Hemos tenido el privilegio de asistir a la “actuación” de la canción que nos representará en el Festival de Eurovisión, aunque cualquier otra palabra que aludiera al sentimiento amoroso podría sustituir con creces a la palabra “actuación” porque ellos no actuaban, simplemente se miraban y dejaban que la magia de la música y la letra los envolviera. Y aquí viene ahora el quid de cuestión: Obviamente, los “intereses” que mueven el cotarro de eurovisión (y digo lo de obvio por ellos, a mí me interesa mucho más la parte emocional de la cosa), decía, que quienes están interesados en que ese sortilegio continúe por razones crematísticas andan con cierta preocupación por si ese enamoramiento puede resultar tan fugaz que no llegue al festival, convencidos, y con razón, de que esa magia que producen cuando están juntos no es posible fingirla. Y el chico ha venido a decir que, claro está, quién sabe lo que puede ocurrir, pero que ellos se conocieron antes siendo compañeros, y después amigos, y después pareja y que el sentimiento de admiración mutua y ternura no habrá nada que lo rompa. Y ahí sí que se te caen todos los palos del sombraje al suelo porque no se puede ser más entrañablemente cándido. Cualquiera que haya tenido una relación amorosa sabe del poder de esos primeros momentos, de las miradas, del roce, casi sagrado, de las manos, de las sonrisas, del achicamiento del mundo hasta tomar forma de la persona amada, de cómo todo lo llena, lo ocupa, lo transforma su presencia… Y sabe también de cómo, desgraciadamente tantas veces, el tiempo y la rutina se encargan de envenenar poco a poco el amor hasta que la toxicidad le impide subsistir y termina sucumbiendo a tanto desaliento.
Cuántos nos habremos visto reflejados en tierna relación de adolescentes… Cuántos habremos suspirado que no despierten nunca de ese sueño de amor, deseándoles, como las hadas buenas de los cuentos, que sepan ir transformando esos sentimientos, acoplándolos a los momentos cambiantes y agobiantes que les esperan para que al final envejezcan juntos viendo a sus hijos y a los hijos de sus hijos…
De momento, lo que está clarísimo es que son dos artistas maravillosos que tocan el piano o el trombón mientras cantan con la facilidad que lo harían sosteniendo la alcachofa de la ducha. Que viéndolos cantar traen a la mente la famosa frase de la ya mítica película de “Pretty Woman” cuando descubrió la opera: “Por poco me meo de gusto en las bragas”. Y también está claro, al menos los protagonistas lo tienen y así lo han dicho, que pueda que no sepan adónde irá su amor, pero que lo que realmente importa siempre es el presente, el viaje del momento más que el punto de llegada. A fin de cuentas el presente es lo único que tenemos. Y verlos a ellos insufla de esperanza las velas del ánimo. Ganó el trabajo bien hecho durante muchos años de unas familias que aman la música, la preparación académica de los chicos, y el don excepcional de su voz. Pero también ganó el amor. Así pues, que importa el día del gozo -que puede incluso no llegar-, si ahora podemos disfrutas con las vísperas del mismo.