Me llama mi amigo Alfonso Ruiz, poeta –para mí, uno de los mejores-, heterosexual -para que quede claro que no es por afinidad femenina-, comprometido como pocos con valorizar a la Mujer en la medida que lo merecemos… y me pide que le escriba un manifiesto titulado “Quiero confesarme mujer” para firmarlo. Por él, por tantos hombres que nos apoyan y andan confesando ser “uno de nosotras” me pongo a ello:
Quiero confesarme mujer. Salir del armario que proporciona la fuerza de una cultura machista en donde la mujer es sirvienta, objeto de placer, esclava sexual, mero receptáculo, mercadería, nada, menos que nada.
Quiero que me dejen confesarme mujer si eso me permite sentir tantas horas de soledad, de rendición, de obligaciones, de servilismo, de servicio, de postergar necesidades propias urgentes en pro de caprichos ajenos; para saber cómo hacen para estar en tantos sitios a la vez; para responder siempre a tan variadas necesidades de quienes las reclaman; para averiguar cómo son capaces de sacar fuerzas cuando ya no pueden más; de solidarizarse con las madres de los adversarios de sus hijos… -esa extraña empatía femenina por la que no habría guerras en el mundo-. Solo una mujer puede entender lo que siente otra a la que han matado a un hijo.
Quiero ser uno de ellas para entender cómo son capaces de soportar que les roben la infancia, que las vendan, que las violen…, que las obliguen a drogarse, que las violen…, que las fuercen a convertirse en alcohólicas, que las violen…, que les impongan prostituirse, que las violen…, que las conviertan en carne muerta, que las asesinen impunemente, de manera masiva, y que utilicen contra ellas siempre, invariablemente, la fuerza bruta y la agresión sexual para someterlas o como arma de guerra para destruir a su pueblo y a su cultura.
Quiero ser mujer en ellas para apropiarme de su capacidad para cuidar de todo y de todos; para soportar horas de sillas en hospitales cuidando de los suyos a la cabecera de los enfermos, días y noches, semanas, meses si son necesarios sin apartarse más que para cambiarse de ropa; para deducir cómo son capaces de multiplicar los alimentos para hijos parados, nueras y yernos con una pensión ínfima; para intuir su generosa entrega en el cuidado de nietos renunciando a la tranquilidad merecida tras una vida entregada a obligaciones de hijos y hogar; para ver qué razones las llevan a ser siempre las últimas en sentarse, en reclamar, en parar de trabajar por los demás; y para descubrir dónde se esconde esa maga capaz de encontrar calcetines o sudaderas perdidas y nadie más que ella es capaz de encontrar.
Quiero ser mujer para entender el misterio maravilloso de la vida creciendo en sus entrañas; el extraordinario momento de parir a sus hijos; el amor que se desprende y expande cuando amamanta a sus bebés; el orgullo en sus ojos con los logros de sus vástagos y el infinito dolor e impotencia ante el sufrimiento y los fracasos de ellos. Y, sobre todo, para entender ese techo de cristal laboral impuesto, esa renuncia, tantas veces aceptada, a cargos de mayor relevancia con tal de pasar más tiempo con los niños o porque siempre le toca a ella tener que cuidar de ellos.
Quiero confesarme mujer y salir del armario si con ello me permiten vislumbrar, aunque solo sea vislumbrar, la inmensa grandeza de su alma, la capacidad de cargar el mundo sobre sus hombros, la generosidad sin límites de su corazón por aquellos que ama.
Quiero confesarme mujer. Mujer en esas tan variadas y múltiples formas de serlo.
Quiero ser mujer no para ser igual al hombre, sino para entender todas las posibilidades de lo humano elevadas al nivel femenino en donde lo importante es la equidad, la inteligencia empática y la concepción de un mundo lleno de la sabiduría compartida que solo la biología hace diferente.
Quiero ser mujer para entender cómo les hago sentir cuando enarbolo la bandera del egoísmo, de la crueldad, de la incomprensión, del patriarcado rancio… Quiero ser mujer para saber contra qué parte de dominación masculina debo luchar para posicionarme junto a ellas, para caminar con ellas, para avanzar por ellas.
Quiero ser “uno” de ellas… ¿se me permite?
He de decir que ha llenado esta hoja con su firma y su rúbrica.