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Ana María Tomás

Escribir es vivir

De fuera vengan…

Mi pobre abuela solía decir que estaba curada de espanto para referirse a que ya no había nada que pudiera asustarla o sorprenderla. Pobrecica mía. No quiero pensar si levantara la cabeza ahora y viera algunas cosas.

Les imagino enterados de la fantochada que se ha dejado caer la turista británica Freda Jackson, al reclamar al turoperador  Thomas Cook la devolución del importe de su viaje a Benidorm porque, agárrense los machos, en el hotel había muchos españoles como decía un tweet“igual sabia que eran españoles porque no se tiraban por los balcones”-. Manda huevos. Evidentemente, cuando oyes algo así, la sangre se agita como una gaseosa que movieras de arriba abajo, y se inyecta en los ojos a punto de estallar aliándose con los más primitivo de nuestro cerebro que envía a la boca palabras que son poco convenientes de pronunciar. En plan jocoso nuestro querido e inolvidable Gila diría algo así como “Vaya una tía asquerosa, si lo que quería era encontrar ingleses que se hubiera quedado en Inglaterra”. Pero si respiramos varias veces profuuuundamente y analizamos la cosa… la verdad es que queda poco lugar para el humor y el chiste.

A ver, cada año cerca de un millón de turistas británicos pasan sus vacaciones en los hoteles de Benidorm y cuando vienen aquí, todo el mundo les hace sentirse como en casa, cosa bastante diferente si lo hacemos al contrario donde suelen dejarnos muy claro que estamos en la suya. Reclamar con algo tan peregrinos como que hay muchos españoles en España o muchos rusos en Rusia, nos viene a recordar la cultura de la estafa y la reclamación por la reclamación que algunos turistas ingleses han estado utilizando para que les salieran las vacaciones gratis.

Vale que los españoles somos ruidosos y alegres y bullangueros, a fin de cuentas el carácter mediterráneo nos lo imprimen el sol y nuestra cultura de siglos y cruces de otras culturas pero… qué me dicen del ruido que meten los ingleses con toda su flema inglesa en Magaluf o en cualquier otra región de nuestro suelo patrio. Qué me dice la señora Freda de la cantidad de jóvenes que han muerto o han quedado tetrapléjicos por saltar desde un balcón al vacío esperando caer dentro de una piscina, cosa que unas veces sucede y otras no. Que me explique esta señora lo del turismo británico de borrachera y desmadre. ¿Se ha enterado que sus compatriotas hacen concursos de felaciones en donde hay que llegar a veintitrés felaciones en dos minutos y treinta segundos y que el premio es beber hasta llegar al coma etílico…?

Que venga ahora esta dinosauria señora a insultarnos toca mucho las narices. Vale que podemos ser, en muchas ocasiones, lo admito, unos maleducados y unosgrandísimos hijos de miren me viene al pelo decir de la Gran Bretaña pero voy a mantenerme fiel a la frase de Roosevelt y voy a decir unos hijos de puta, pero como dijoel presidente de EEUU, son nuestros hijos de puta.

Que vengan rasgándose las vestiduras de nuestro comportamiento cuando muchos de ellos (por suerte no son todos, por favor que no se me “revolusione el personal inglés) son unos frikis de mucho cuidado capaces de pasear sin despeinarse con unos calcetines blancos con sandalias o parecer que los parió una gamba tras horas de asarse panza arriba y panza abajo al sol… pues como que no.

Vienen y les ofrecemos lo mejor que tenemos, ponemos a su disposición nuestras mejores playas y los servicios de hoteles y camareros que se desloman por entenderlos y hablarles en inglés, cosa que no ocurre si se da el caso al revés. Es más, hace unos días la hija de una de mis mejores amigas subió en el ascensor con una inglesa que le habló en inglés y la chiquilla le respondió que no la entendía a lo que la buena señora le contestó con un gesto de repugnancia. Menos mal que a la zagala no se le encogió en ombligo y le dejo claro que en España se habla español. Y que si quería que le respondieran en inglés que se fuera a su país.

Mi abuela era muy refranera, herencia que atesoro con orgullo, y cuando algún familiar de la diáspora se instalaba en casa por largo tiempo y encima se permitía organizar nuestras costumbres, les soltaba, sin pudor alguno, “No me quedaría otra que aguantar eso. De fuera vengan que de casa nos echen”. Pues eso, que alguien debería explicárselo a más de uno de fuera.

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