La edad de los muertos
Recuerdo como si fuese ayer mismo cuando hace un año murió mi padre. Un venerable joven de noventa y dos años. Yo no quería que pusieran su edad en la tarja mortuoria porque, por regla general, cuando se mira la identidad del fallecido, si frisa los ochenta, suele aflorar al rostro una mueca, no de […]