>

Blogs

Ana María Tomás

Escribir es vivir

Sororidad

Por si alguien no sabe todavía lo que quiere expresar la palabra “sororidad”, les diré que es un término derivado del latín sóror que significa “hermana”. Y se refiere a “la hermandad entre mujeres con respecto a las cuestiones sociales de género”. Últimamente se suele tener demasiado a flor de boca, pero la realidad es que no funciona tanto como debería en el meollo de la cosa. Que sí, que las mujeres nos apoyamos… bueno… ¿nos apoyamos? Pues depende. Y no, no vayamos a rebotarnos porque yo me lamente en voz alta de esa falta puntual de apoyo entre mujeres, algo que, seguro, muchas de nosotras hacemos a la chita callando, me refiero a la queja.

 

Podemos culpar al poder patriarcal de obligarnos a seguir sus cánones, no sólo mientras nosotras no alcanzamos una cuota de poder, sino incluso cuando la hemos alcanzado y nos “obligamos”, la mayoría de las veces a comportarnos como unas auténticas… (sí, eso que están pensando) con el resto de mujeres que tenemos por debajo de nosotras. Vale. Vamos a culpar a la educación que hemos recibido y vamos a pensar que no es nuestra culpa mandar o dirigir emulando la forma en la que lo hacen los hombres. Exigimos más a las mujeres que tienen que rendirnos cuentas y gobernamos con mano de hierro para que no asome por ningún resquicio una sensibilidad que pueda ser asociada a la feminidad y por ende a la debilidad y nos traicione, como si esa “debilidad” no nos hiciera más humanas y cercanas. Pero eso sí, pensamos que estamos concienciadas, estamos “seguras” de estar concienciadas en cuanto al dolor de otras mujeres se refiere, como si salir en una manifestación de apoyo al sufrimiento de una mujer maltratada fuera capaz de mostrar también el dolor que se siente ante la angustia callada de una subalterna de la que, quizá, ni somos conscientes. Y hay mujeres que, al margen de esa sororidad -imagino que porque antes que mujeres se sentirán profesionales-, defienden sin pudor alguno a hombres que han asesinado a otras mujeres.

 

Creo que estarán al tanto de la muerte de la abogada zaragozana Rebeca Santamalia, hace apenas una semana, esta letrada no sólo defendió a José Javier Salvador, asesino de su mujer y madre de sus tres hijos, a la que descerrajó, a sangre fría, once disparos, nueve en el cuerpo y tres en la cabeza, sino que fue más allá y mantuvo con el criminal una relación sentimental que le ha costado la vida, porque este asesino ha terminado matándola también a ella.

 

Lo de si es o no posible la reinserción social de esta gentuza, cosa que, personalmente no creo para cierto tipo de malvados por naturaleza, vamos a dejarlo para otro día porque ese no es el tema que nos ocupa hoy, en cuanto a la comprensión, al apoyo, a la sororidad de esta abogada con respecto a la víctima de su defendido… ¿qué me dicen? Me pueden decir que en el corazón no se manda…, que el amor surge en el momento más inesperado y con la persona más inadecuada… Y, finalmente, me pueden decir que bien lo ha pagado la pobre letrada esta al poner su corazón en manos de un desalmado semejante. Y, aun así… ¿respondería todo eso a la pregunta que les he planteado?

 

Pero… yo me pregunto, no sería más efectivo en el tramo de camino que todavía nos queda a las mujeres por recorrer en cuanto a unir hombro con hombro para reconocernos las fortalezas tan nuestras, ser coherentes en cosas tan obvias como, por ejemplo, sentirse mujer antes que profesional, y me refiero a cualesquiera de las profesiones que se les ocurra, y ahí más que demostrar, mostrar el apoyo a las otras mujeres con comportamientos de absoluta e incuestionable “sororidad”. Como, por ejemplo, no mantener ningún tipo de relación con asesinos de otras…  “hermanas”.

 

Confieso que la noticia del asesinato de esta mujer me noqueó. Sobre todo, porque se podía haber evitado: la decisión de la libertad condicional se tomó en contra del criterio de la prisión. El indeseable este que terminó suicidándose después de haber dado muerte a su segunda víctima -siempre lo hacen al revés, nunca empiezan por quitarse de en medio ellos primero- ha dejado a tres hijos suyos y a uno de la abogada sin madre. Por eso no quiero aceptar que pensemos que basta proclamar la palabra sororidad como un verdadero cambio en el cemento que une el corazón de las mujeres, quiero pensar que el latido femenino está unido por encima de cualquier palabra. Y que, como el movimiento, eso, se tiene que demostrar andando.

 

 

Temas

El blog de Ana María Tomás

Sobre el autor


enero 2019
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031