Me encuentro, a secas y sin anestesia, un “peaso” de cartel más grande que la pilila del negro del WhatsApp, en donde se anuncia un colegio privado en un punto de nuestra Región de la siguiente y ofensiva manera: “En nuestro cole no tenemos maestros, tenemos guías que asesoran y lideran el proceso de formación de cada alumno.” Sí, señor, con un par.

No me voy a detener en la torpeza de quien haya ideado semejante desatino, creo que su eslogan habla por él. No solo devalúa la labor del maestro hasta negarle la presencia en donde es necesaria, precisa e insustituible, sino que además, en un alarde de contradicción y de estulticia sin precedentes, viene a decir que, cuando llueve, él no usa paraguas, sino una especie de bastón invertido con varillas y una tela tensa que evita que se moje, vamos, ¡Manda huevos! Que en su cole no tienen maestros porque, claro, ¿un maestro qué es?

Ellos tienen guías. Aunque no especifican si se trata de un guía turístico, la guía Michelín, la de Telefónica, la televisiva…, o vaya usted a saber, que la palabra da mucho de sí.

Tampoco les duelen prendas al hablar de “asesorar”, que según el diccionario de la lengua española “Julio Casares” significa: “Dar consejo o dictamen”. Cosa muuuy necesaria para ofrecer a niños que no tienen conocimiento alguno de las materias que deberían enseñarles. Pero, para ellos, debe ser más importante aconsejar que enseñar.

Y ya… en cuanto a lo de líder, he tenido que recurrir al “Diccionario de Dudas y dificultades. Manuel Seco”. De la Real Academia Española, porque si lo buscaba en Internet me salían las ofertas de la cadena de supermercados Lidel. Y el diccionario dice así: “Adaptación del inglés leader (…) dirigente, jefe y cabeza”. Francamente, no sé a qué acepción se referirán para hablar del proceso de formación de alguien. Sobre todo cuando ese “alguien” es un niño moldeable con todo por aprender.

Maestro viene del latín magister, “el que enseña”. Y el título supremo que se puede ofrecer a quienes llegan a lo máximo en la perfección de una tarea es “maestro”: maestro de la costura, maestro pastelero, maestro albañil, maestro de artes marciales… Al hijo de Dios se le llama Maestro. Sin embargo, en ese cole desprecian y eluden la palabra “maestro” una de las más hermosas, después de “madre” y antes de “amor” porque si algo llevan innato los fonemas de “maestro” es precisamente el amor, el amor por la sabiduría, el amor por transmitirla, el amor por aquellos a quienes se la entregan.

Justo en estos momentos en donde se debería reivindicar con más ahínco que nunca la figura del maestro, el respeto al maestro, la grandeza del maestro… vienen unos renegados a negarles el agua y el pan y, encima, a tirar piedras sobre su propio tejado porque, después de todo, imagino que habrán estudiado Magisterio, y que serán “maestros”. Palabra que han prostituido y bajo la que no merecen albergarse.

Todos somos lo que somos por los educadores que hemos tenido: padres, abuelos, maestros, sociedad… y estamos configurados dependiendo, en gran parte, de su calidad o falta de ella. En los primeros años los niños hacen tan suyos a los maestros que los incorporan como parte de su familia. Puesto que los maestros no solo les enseñan conocimientos académicos, sino emocionales. Considero que los maestros inculcan valores educando en un amplio espectro y tienen, por tanto, en sus manos el futuro de la humanidad. Casi nada. Por eso, no puedo aceptar que se les sustituya el nombre por la ridiculez de “asesor”, “guía” o “líder”. Entre otras cosas porque ninguna de esas palabras incluye ser maestro Mientras que “maestro” las encierra a todas.

Ignoro la definición que se inventarán para denominar a una “obra maestra”. Y espero que no necesiten utilizar nunca una “llave maestra” porque si tienen que cambiarla por una llave asesora, guía o líder… van a abrir la puerta… como diría José Mota: Maaaañana.