Me gusta ver los anuncios televisivos. Considero que algunos son auténticas obras de creatividad e ingenio. En otros, por el contrario, parece que sus autores se esfuerzan en lograr la atención del posible futuro cliente a fuerza de lo absurdo o de la estupidez.
Uno de esos anuncios lo protagoniza una compañía aseguradora que “asegura” o asevera que “son personas que cuidan de personas”. Permítanme que lo dude. Creo que cuidar de alguien está en proporción directa con respetarlo, con no agredirlo ni física ni verbalmente. Y este anuncio no cumple la segunda premisa. Este anuncio es de esos que, de ser un hombre el que pronunciara las palabras “mágicas”, todas las mujeres, feministas o no, se hubieran echado sobre la yugular de los creadores. Pero, claro, queremos igualdad, justicia, pero no por casa. O sea, sólo en lo que nos conviene.
El anuncio explica claramente que ese seguro lleva incorporado un servicio de bricolaje en casa, “vamos, como tener un marido” dice textualmente la parte contratante, a lo que responde la aseguradora: “Mujer, córtate un poquito”, y ahora viene el súmmum del anuncio con la respuesta de la señora clienta mientras recorre con los ojos de soslayo y con desdén a su marido: “¿Lo dices por éste…?. Ole, ole y ole. Sí señor, con un par.
Como verán, el anuncio no tiene desperdicio, pero a mí me admira sobremanera el que lo pasen una vez y otra y otra. Yo pensé la primera vez que lo vi que le quedaban dos vísperas cantadas, pero no. Al parecer, la sensibilidad femenina en lo tocante a no dejar que nos toquen los ovarios no funciona igual a la hora de tocarles, a nuestros hombres, los tegumentos.
Yo, como mujer, soy la primera en entender que no podemos bajar la guardia permitiendo anuncios en los que la mujer sea utilizada, denostada, menospreciada o reducida a mero objeto sexual. Y no dejo de entender que esa batalla ha llevado años y que ahora tampoco pasaría nada por darles al género masculino un poco de su propia medicina, pero… cómo nos sentiríamos si fuese un hombre el que dijera con desprecio, mirando a su mujer, tras escuchar que tiene “servicio de cocina” con la aseguradora: “Vamos, como tener mujer. ¿Cortarme? ¿Lo dices por ésta?”
Nuestra autoestima y nuestro respeto no aumentan por rebajar el respeto o la estima a los hombres. Comportarnos de manera insensible ante este tipo de anuncios o pretender ganarnos a las mujeres como clientes pensando que repudiando o ridiculizando a los hombres nos hacen sentir superiores es… simplemente descabellado, penoso y bastante repugnante.
Me produce mucha tristeza contemplar a matrimonios de algunos o de muchos años contando chascarrillos o chistes en donde la pareja no queda nada bien parada, sobre todo si eso se produce en presencia de ella.
Pienso que, cuando alguien falta el respeto a otro, al primero que insulta es a él mismo. Pero, al parecer, “estas personas que cuidan de personas” están más pendientes de competir que de compartir, y se les ha colado, con media entrada, la chabacanería en la pantalla.
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