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Ana María Tomás

Escribir es vivir

EL TORO DE LA VEGA

Quién se atreve a decir que matar a un hermoso ejemplar de toro a lanzazo limpio es algo malo… No señor. Es tradición. Así, con un par.

Por tanto, resucitemos el circo romano y recolectemos cristianos dispuestos a morir por su fe y lancémoslos a los leones; disfrutemos de una agradable tarde de domingo viendo cómo unos gladiadores luchan, entre ellos,  hasta la muerte. Consigamos que la iglesia católica abra archivos de siglos y desempolve  libros sobre cómo averiguar, mediante la más sofisticada de las torturas, si una mujer es una bruja o una simple conocedora de medicina tradicional. Recuperemos la inigualable tradición de lanzar doncellas a los volcanes en plena erupción para aplacar la ira de los diosecillos que habitan en ellos. Logremos que todo aquel que se precie de tener un reinado, ducado, condado o cualesquiera parcelas que terminen en “ado” imponga su derecho de pernada y pase a cepillarse a la moza casadera justo en sus esponsales. Que vuelvan nuevos brutos (aunque ya tenemos de sobra) dispuestos a cargarse a los césares de turno y reconquistemos la libertad  de tener la cicuta tan a mano como la cerveza.  Revivamos torturas, empalamientos, asesinatos de mujeres por “sospechas” de honores mancillados y hagamos de nuestra tierra una nueva Esparta en donde no haya lugar para la compasión o para la más leve imperfección. Volvamos a vivir con “amo” -palabra que detesto hasta para los perros-. Permitamos que nuestras hijas sean sus caprichos sexuales sin derecho a réplica. Mandemos a tomar por culo horarios laborales establecidos, descansos, derechos logrados a través de siglos… A hacer puñetas sindicatos e intermediarios laborales… Aquí hay que trabajar de sol de sol, sin parar ni para beber agua. Y, si alguno revienta, pues se va y se llama a quienes no hayan visto nunca reventar a nadie.

¿Por qué hemos de renunciar a todo esto? ¿Por qué…? Acaso no tenemos derecho a ser torturados, violados, explotados, asesinados… Pero si eso ha ocurrido siempre, lo cual lo convierte en una tradición y éstas hay que preservarlas. Si, realmente, una de las tradiciones declaradas de interés turístico nacional del imperio romano era ver cómo unos cuantos leones hambrientos se comían a una panda de seres humanos. Total: unos animales se comían a otros, mientras unos terceros, algo más bestias que los que andaban merendando, se dedicaban a gritar, a jalear y a disfrutar en las gradas mientras observaban el espectáculo. Tradición, señores míos. Y, la verdad, no sé muy bien cuándo dejo de serlo, pero tradición a fin de cuentas, tanto como que la “fanta” Inquisición (yo creo que querrían decir “fanta” en lugar de santa,  por aquello naranja de las llamas y porque de santa no tenía ni un pelo) determinara quién podía vivir o quien debía convertirse en un churrasquito… Y, así, como éstas, cientos, miles… de tradiciones animales, con perdón de los animales. Y tradiciones con animales como lanzar a pobres bichos desde altísimas torres sólo por el placer de ver cómo se despanzurran, o torturar hasta la muerte a hermosísimos y nobles toros, o arrojarles lanzazos hasta matarlos, como hacen con el “toro de la vega”. Pero, ¡por Dios….! Que no se le ocurra a nadie decir nada en contra de semejantes salvajadas. No son salvajadas, son tradiciones y las tradiciones hay que respetarlas y mantenerlas en el tiempo. Qué sería de nosotros si esas tradiciones no las hubieran conservado hasta nuestros días. Miren. Miren… pero si sólo hay que vernos, despojados ya de la sensación que se debería sentir experimentando la humillación, el hedor, el peso y el envite de nuestros amos mientras nos hacen el favor de violarnos. No hace falta más que mirarnos ahora, con los ojos altivos, de igual a igual con los jefes, en lugar de sentir el látigo en las costillas, el esfuerzo de sol a sol, el hambre en el estómago y el frío cobijo de las cuadras de nuestros amos… Cómo se nos ocurrió en algún momento pasar de la tradición de la vileza, de la ignorancia, del servilismo…

Menos mal que seguimos cultivando otras tan ejemplares y edificantes como cualesquiera que tengan torturas y animales por medio. Y así nos va. Pero…, miren lo que les pasó a los romanos…, bajamos un poco la guardia y corremos el riesgo de civilizarnos.

 

P.D. Decía mi admirado Pepe Hierro que al escribir con ironía se corría el riesgo de ser tomado al pie de la letra. Espero que no se confundan.

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