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Ana María Tomás

Escribir es vivir

DE VUELTA CON LAS ALCAHUETAS

Mi sabia abuela solía repetir: “si no hubiese alcahuetas no habría putas”. La verdad es que eso era mucho suponer, en todo caso, las habría en menos cantidad o, quizá, más de una no hubiera llegado a la tentación o a la consumación del puterío.

La tentación vive arriba es el título de una divertida película dirigida por Billy Wilder, protagonizada por una sensual Marilyn Monroe que interpreta una de las escenas más famosas del cine: cuando pasa por encima de unas rejas de ventilación y su vaporoso vestido blanco es levantado dejando sugerir, más que ver, una irresistible tentación. Sin embargo, en el mundo real, la tentación vive arriba, abajo, a la derecha, a la izquierda y, sobre todo, dentro de todos y cada uno de nosotros. No voy a decir que quien esté libre de pecado lance la primera piedra, pero sí que nadie puede decir que es honrado hasta que no ha tenido, no la tentación, sino la posibilidad de no serlo y sigue siéndolo.

A ver, quede claro, desde el principio (que luego se me rebotan y me mandan toquecicos de atención a mi persona) que, cuando hablo de putas y de putos, no me estoy refiriendo única y exclusivamente a la prostitución carnal. A estas alturas creo que todos sabemos que hay muchas formas de prostituirse, al igual que hay muchas formas de ser cabrón y la mejor de todas es que la mujer sea puta, o viceversa.

Dicho esto, de nuevo, la realidad nos sorprende con una estupenda operación policial en donde un señor de ojos rasgados, extraordinario empresario afincado en España, amante del arte, avalador de artistas españoles en su país, o sea, en China, vamos, filántropo por los cuatro costados, resulta que tenía dos caras, una de ellas mafiosa de cojones. Y aquí viene lo de las alcahuetas: para ser un puto tramposo necesitaba alguna que otra alcahueta con nombres de abogados, políticos, policías, guardias civiles, actores…, y vaya usted a saber quién saldrá más, que le permitieran putear a sus anchas con su amante: el  inconstante aunque siempre erecto parné.

Entre cuatro y cinco millones en metálico sacaba al mes de España la mafia china y se supone que blanqueaba entre doscientos y trescientos millones de euros al año, aunque luego en el juicio digan, como la otra pu…ñetera dela Zaldívar, que para ella, eso de “blanquear” es fregar paredes. ¡Manda huevos! Señores es que, además les han pillado en la cartera, así, como el que no quiere, unos doce millones de euros en efectivo, sin contar los tropecientos coches, joyas y armas. Es que son cifras a las que no llego ni mentalmente.

Pobrecicos míos… cómo se les puede pedir a todos estos putos implicados en el asunto que, ante una alcahueta (“e malos lisonjeros sirvientes”-Celestina dixit-) tan pertinaz, tan generosa, tan sibilinamente tentadora, se mantengan impertérritos a la tentación… Es poco menos que imposible. La noticia no debería de ser el descubrimiento de aquellos que han sucumbido a la tentación chinesca, sino poner en primera plana a todos los otros que, con toda seguridad, han sido tocados, tentados, insistidos por la innumerables celestinas que nos rodean y, a pesar de eso, no se han convertido en melibeas ardientes, sino en estoicos dafnes (no lo busquen en el diccionario, para quien no lo sepa: en la mitología griega, Dafne, huyendo de Apolo, prefirió convertirse en laurel a entregarse a él) capaces de quedarse hechos troncos plantados toda la vida en un miserable… esto, quiero decir, en un triste despacho antes que ascender o enriquecerse de manera puteril.

Al final, en estos casos siempre está el problema de la avaricia. Y miren que lo dice el refranero: “que la avaricia rompe el saco…” pero nada. ¿De verdad, creen ustedes, que le haría falta al empresario este chino meterse en este berenjenal? Pero si ya era rico con sus actividades lícitas… al igual que la mayoría de los empresarios o abogados pringados en el caso. Otra cosa son los actores secundarios, y no me refiero solo a Nacho Vidal, de quien, al parecer, la desmedida de su aparato genital es proporcional a la de su ambición, en esos casos la escasez de sueldo bien puede ser la tentación que viva arriba.

De todos modos, aunque mi abuela se pasara en su generalidad, he de darle la razón: habría menos putas si no hubiera tanta alcahueta. Pero también hay que dar muchas felicitaciones a todos esos dafnes anónimos que han tenido la valentía de mantenerse firme en sus principios y, aun luchando en medio del fango, han sabido salir tan impolutos como el mejor y más limpio amanecer.

 

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