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Ana María Tomás

Escribir es vivir

LA NUEVA REVOLUCIÓN

Hace ya algunos años que más de uno anda acojonado con la historia de las profecías, los fines del mundo –para todos los (dis)gustos- y la supuesta futura y última revolución. Esa “temida” última revolución es, en realidad, una nueva y diferente revolución porque es interna y pertenece a la lucha interior de todos y cada uno de nosotros.

Creo que hay una nueva revolución en marcha, sí, la búsqueda de un camino en el cual nos reencontremos con nuestra esencia, con esa esencia energética y sanadora que tiene el Hombre, esa energía que yo quiero llamar amor -o Luz, como lo llamó Jesucristo-, y que los indios llaman Pranna; los chinos, Chi; los hawaianos, Maná; los alquimistas, Fluido Vital, etc. pero que, invariablemente del nombre que se le dé, es la energía vital de cualquier organismo vivo.

Y no, no es absurda toda esa cantidad ingente de “buscadores” de sanar el cuerpo y la mente con métodos “novedosos” aunque milenarios en culturas orientales. Cada vez hay más personas creyendo en el poder de la palabra, del pensamiento, de las emociones. Desafiando a la medicina tradicional en aras de terapias alternativas.

Sobre todo, después de comprobar los chanchullos y negocios de farmacéuticas, políticos y demás gente de “buen” vivir (lo de “buen” no va por la bondad, sino por aquello de útil y conveniente) con respecto a la temida gripe A.

El mundo está enfermo y nosotros enfermamos de prisas, de egoísmo, de ambiciones, de impudor, de estrés… e intentamos curarnos el alma, aunque por suerte cada vez menos, envenenándonos la sangre con fármacos que nos aturdan, nos den sueño, nos calmen y nos permitan evadirnos lo más posible de nuestras situaciones dolorosas.

Pero todos poseemos capacidad de transformación, aunque no todos los sepamos; todos podemos escuchar esa voz interior que, en lugar de eludir nuestros conflictos, nos los haga presentes y nos permita asumirlos, aceptarlos, tomar conciencia de nuestras limitaciones y, a la vez, de nuestras grandezas; enfocarnos en lo que queremos, por supuesto, descubrir antes qué es lo que queremos, y construir una nueva realidad.

Y para eso sirven todos los caminos que nos lleven a ese punto: fe, oración, meditación, yoga, respiración… amén de terapias como la homeopatía, flores de Bach, bioenergética, ayurveda, cámara kirlian, que permite observar el aura electromagnética de todo ser vivo y sus posibles fallos por enfermedad, y hasta la alquimia y sus elixires, que ya trabajó Paracelso, puestos al servicio del reencuentro del ser humano con su estado natural de salud.

Somos testigos de un conato de revolución y revelación que nos cambie la estructura mental y nos agite la escala de valores. En distintos puntos de Europa lo han comenzado a llamar Slow Food, y sus adeptos dan más valor a las cosas que no puede pagar el dinero, sobre todo a la salud (ya saben, pueden comprar medicinas pero no salud), al tiempo (pueden comprar relojes pero no tiempo), a las relaciones humanas (pueden comprar compañía pero no amor) en definitiva, a lo inaprensible y a la calma para saborearlos.

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