¿SE PUEDE ESCRIBIR POLÍTICA CON I?
¿Puede escribirse política con i de inepto, ineficaz, inculto, inútil, idiota, ignorante, incapaz, incoherente, incompetente, indecente, improductivo…?
Desde hace un cierto tiempo, los artículos sobre la desconfianza hacia los políticos se vienen sucediendo con relativa frecuencia. Amén de los chistecitos que toda la vida han circulado, aunque ninguno como la pregunta lanzada por Millor Fernándes, humorista y dramaturgo brasileño (la realidad siempre supera a la ficción), sobre la diferencia entre “político” y “ladrón”. Al parecer, sólo una persona encontró la diferencia al responder: “Al político lo elijo yo. El ladrón me elige a mí”. “¡Es usted un genio!” le respondió Millor.
Cuando se habla de políticos enmierdados nunca se puede hablar de un solo color, un determinado partido, o un lugar concreto. Aunque hay que reconocer que los hay que se empeñan de manera especial en la tarea mierdosa ante la total y absoluta impotencia, indefensión… rabia incluso, de los ciudadanos que asisten al denigrante espectáculo de ver cómo salen de las arcas, que todos hemos llenado con indecible sacrificio, dinero para que, por ejemplo, la “miembra” Bibiana “Aida” (esta sí que es de un analfabetismo que duele hasta la médula) lo emplee en hacer mapas de excitación del clítoris. Manda huevos. Se ve que no tiene pajolera idea de cómo llegar a él sin guía y “piensa el tontorrón que todos son de su condición”. Vemos, incrédulos, cómo nuestro Gobierno le ha soltado la friolera de 7.000.000 de euros, o sea 1.164.800.000 de las antiguas pesetas a un grupo de cocineros vascos para la investigación y equipamiento agroalimentario ¿Qué no se lo creen? No me extraña. Yo tampoco me lo creí y tuve que buscar el BOE (sábado 31 de octubre 2009. Sec. 1. Página 90896) para asegurarme de que era cierto. Es que, por Dios… por mucho que necesite los votos del PNV… Vemos, con los ojos como platos, cómo este mismo Gobierno pretende que un trabajador que lleva desde los dieciséis años subido a un andamio, o una limpiadora que lleva desde que le salieron los dientes fregando suelos, siga haciéndolo hasta que los tengan que recoger en un ataúd… No nos olvidemos que la inmensa mayoría de trabajos manuales los realizan personas que no estudiaron y que, por tanto, comenzaron a trabajar a una edad temprana, vamos, que no hablo de chicos que estuvieron estudiando o paseando libros hasta entrados los treinta. Pero, claro, a la hora de jubilarse nuestros politilailos, cuando se trata de asegurarse su futuro, ya lo tienen todo bien amarrado: basta que se paseen unos añitos por los escaños para tener una pensión vitalicia de las de órdago. Y seguimos viendo como el partido de la “Oposición”, haciendo gala a su denominación, se “opone” sistemáticamente a cuantas propuestas o decisiones exprese el Gobierno: que este quiere cerrar una central nuclear, pues ahí está el para decir que es una equivocación absoluta. Pero, claro, cuando se trata de buscar un lugar como almacén temporal de residuos nucleares ahí tenemos a la Maridoloritas Cospedal diciendo que en su feudo nanay del paragüay.
Y todo esto por no hablar de los conflictos personales que tiene que suscitar creer en algo o considerar que es bueno para los intereses del lugar o las personas a las que se representa y tener que votar, por aquello de la disciplina de partido, todo lo contrario.
¿Se puede escribir política con i de ignominia? ¿Acaso no es ignominioso escucharles prometer (hasta meter, que diría mi abuela, y después de haber metido, nada de lo prometido) en campañas, no sólo para no cumplir lo prometido, sino para situarse después en las antípodas.
¿Se merecen los políticos el desprestigio, la desconfianza, el recelo y hasta la crueldad con la que están siendo juzgados por el mayor de los tribunales? ¿Se lo merecen?
¿Acaso no podría escribirse política con i de idealista, ilusión, ilustrado, implicado, incansable, ilustre, ingenioso, inusual, inteligente… y, para variar, inocuo ? Yo quiero creer que sí. Es más, sé que los hay aunque hagan bastante menos ruido.
A veces, sobre todo en pequeñas poblaciones, los partidos políticos buscan para sus listas electorales a personas que han demostrado sobradamente un alto nivel de honestidad y buen hacer en su trayectoria personal y profesional, sin embargo, esas personas declinan la invitación política. Una vez, un político amigo mío o, mejor dicho, un amigo dedicado a la política me dijo que cuando alguien que es (hipotéticamente) capaz de hacer algo, más o menos bien, no lo hace y deja esa tarea a otros menos preparados no tiene derecho a opinar y mucho menos a quejarse del resultado. Bien es verdad que la política a pequeña escala nada tiene que ver con lo que se cuece en la olla grande. Pero una y otra están realizadas por personas que deberían saber, al menos, ¡al menos! cuál es el límite de sus capacidades y, desde luego, el límite de aguante de los sufridos ciudadanos